Cultura
El IES Loustau Valverde cumple 50 años de docencia, recuerdos y anécdotas
Muchos y muy dispares perfiles han pasado por el instituto de Valencia de Alcántara, que analiza su evolución a lo largo de medio siglo
Cinquenta años han tenido que pasar para que algunos volvieran a cruzar las puertas del IES Loustau Valverde. El instituto de Valencia de Alcántara cumple medio siglo de vida y para ello se envuelve en un año académico de celebraciones. Una efeméride que, a través de un programa de actos culturales, académicos y festivos, conmemorará a lo largo de doce meses la hazaña de 1968: llevar la educación superior a Valencia de Alcántara.
La historia del Loustau Valverde comenzó su andadura en 1968 como Escuela de Artes y Oficios. “Algo que no tiene nada que ver con la creación de este centro, dedicado en sus inicios a la formación de personal cualificado para la industrialización que se venía en aquellos momentos”, sostiene Antonio Duque, antiguo director del instituto. Abogado de profesión, Duque llegó casi de casualidad y por sorpresa al despacho de dirección. “Recibí una llamada oficial para ver si no me importaría hacerme cargo de esa escuela, y yo ni sabía de qué se trataba”, cuenta. “Y acepté por 2.500 pesetas al trimestre”, añade chistoso.
Bustos de José Loustau y José María Valverde en el Instituto. Foto: FACEBOOK 50 ANIVERSARIO.
Su primer labor fue crucial: hacer rentable la escuela. Y es que en ese momento, el centro contaba con más profesores que alumnos. “Había profesores titulares y adjuntos porque había muchas especialidades. Por ejemplo, había tres profesores para enseñar soldadura”, algo que le llevaría, si no cambiaba, al cierre. “Esa fue la primera almendra amarga que me tocó”, recuerda el antiguo director, quien se vio obligado a suprimir todos los adjuntos. Desde entonces hasta su jubilación, en 2001, se encontró con muchas más que cada vez le exigían mayor dedicación, por lo que decidió dedicarse a la docencia impartiendo tres materias, “seguridad e higiene en los trabajos, legislación laboral y formación industrial”, y vivió la Transición desde el aula”, comenta orgulloso.
Desde la palestra vivió la Transición. “Me encontraba con pintadas diarias en la pizarra”, algo que le llevó a dirigirse a sus alumnos pidiendo tolerancia. “No vengo a enseñar política. Puedo tener afinidad con unos o con otros pero vengo a enseñar y respeto a todo el mundo, por lo que me gustaría que vosotros aquí también fueseis respetuosos con quien no piense igual”, recuerda que dijo. “Y creo que lo conseguí”.
El progreso educativo de la mujer
Desde su despacho de director, Duque ha vivido muchas y distintas evoluciones del instituto. Desde legislativa -con la aplicación de la Ley General de Educación de 1970, la LOMCE y la LODE, entre otras- hasta la revolución digital en los centros educativos. Pero una de las más importantes es la del progreso educativo de la mujer en el mundo rural. En este aspecto, el antiguo director recuerda especialmente el nombre de Rocío Blas.
Rocío fue alumna del Loustau Valverde en una época muy especial. “Soy de la generación del 81, de la última promoción que cursó la EGB y la primera que estudió la ESO”, comenta ingenua la joven. Natural de Valencia de Alcántara, hoy es doctora y profesora en la Universidad de Extremadura en el área de Geografía Humana, Arte y Ciencias del Territorio, una pasión que despertó en las aulas de este instituto cuando Antonio Trinidad les impartía esta asignatura. La joven cuenta que con este profesor trabajaba por proyectos y que les hacía imaginar cómo serían, por ejemplo, los mapas del futuro mientras revela que ella ya fantaseaba con los mapas virtuales que hoy son sus herramientas de trabajo. También que un tren circularía en línea recta a cualquier provincia de España, “y, de espaldas a un mapa, teníamos que decir por dónde iba a pasar ese tren sin saltarnos ninguna provincia”, rememora. “Era una forma diferente de aprender la geografía, y mi vocación de geógrafa me viene de ahí”.
Rocío Blas en el acto conmemorativo del 50 aniversario el pasado mes de febrero. Foto: RAYANOS MAGAZINE.Pero de Trinidad no es del único profesor del que guarda buenos recuerdos Rocío. El nombre de Pepi -la profesora de inglés- también le ha marcado bastante en su persona. “Decía que la igualdad y el feminismo eran temas obligatorios”, afirma. “Y a partir de ahí empecé a ver que la figura de la mujer en el mundo rural podía ser diferente”.
Precisamente fueron Antonio Trinidad y Pepi los que más intercedieron para que Rocío, y su hermana, estudiasen una carrera. Las dos planeaban formarse como administrativas y ayudar así a la empresa familiar, pero la brillantez de sus expedientes llevaron a estos profesores a pedirles a sus padres que le diesen una oportunidad universitaria. “Mi padre estaba más reticente pero mi madre peleó un poquito más para que nos fuésemos a estudiar una carrera”, relata.
Una intercesión por la que hoy ostenta el Premio Arquímedes de Introducción a la Investigación Científica o una Mención Especial de la Universidad de Extremadura al Mejor Expediente de la Licenciatura en Geografía de su promoción, entre otros. Títulos que humildemente pasea junto al que más le enorgullece, ser la primera mujer titulada de su familia. Rocío cuenta que sus padres no tuvieron la oportunidad de estudiar, que una de sus abuelas era contrabandista de café y la otra se encargaba de una explotación ganadera. Y que esta oportunidad supuso abrir la puerta a la formación de las mujeres rurales. “Yo estoy orgullosa de ser la primera licenciada, sobre todo porque después de mí vinieron la primera esteticién, la primera administrativa, etc.”, declara emocionada. Un logro que fue posible gracias a “un centro como el Loustau Valverde, que estaba creando oportunidades en un entorno rural como el nuestro”.
Autoridades durante el acto conmemorativo. Foto: RAYANOS MAGAZINE.La joven recuerda que conseguirlo no fue nada fácil. Ante la situación económica familiar -un padre autónomo por el que se le denegarían las becas y dos hijas estudiando a la par-, las hermanas Blas tuvieron que compaginar estudios con un trabajo parcial en el restaurante de la Aceña de la Borrega. Un hecho que no empañó sus recuerdos de adolescente en el instituto. Y es que, como dice Rocío y otros muchos antiguos alumnos respaldan, del instituto se quedan con los cuchicheos en francés de las clases de Mari Ángeles y la fusión de ortografía y química en las de Anastasio, pero también con sus compañeros de aula y los primeros amigos. En definitiva, con los recuerdos y anécdotas del medio siglo que guardan las aulas del Loustau Valverde.