Cultura
El meteorito que iluminó Olivenza en 1924
La localidad rayana vivió la caída de un cuerpo espacial de unos 150 kilos, el rocoso más grande que ha descendido en España
No todo el mundo tiene la suerte de guardar un trocito del espacio en su casa. Ni siquiera, de que un cuerpo celeste con información de la Vía Láctea haya llegado hasta su pueblo. Es el caso de Joaquín Mora, un vecino de Olivenza que conserva una joya con más de 4.500 millones de años: uno de los restos del meteorito de Olivenza, el rocoso más grande que ha caído en España a lo largo de toda la historia.
Fue en la mañana del 19 de julio de 1924, cuando tres hermanos de la familia Pacheco Cordero se encontraban segando guisantes en la finca El Lemus, situada a unos dos kilómetros al oeste de Olivenza. “Vieron una luz que iba hacia ellos”, relata el cantero y mineralogista, José Carnerero. “Vieron como explotó y en esa explosión cambió el rumbo, desvió su trayectoria, salvándoles la vida”, continúa. El cuerpo extraño, envuelto en humo blanco, se fragmentó y cayó repartido a sus alrededores. El fragmento de mayor tamaño a tan solo unos metros de donde se encontraban. “Solo esa familia fue testigo pero se escuchó en muchos sitios”, entre ellos varios municipios de la provincia de Badajoz y algunas localidades de lado portugués de la Raya.
Foto: Rayanos Magazine.Las crónicas de la época cuentan que llegaron científicos desde Madrid, entre ellos el geólogo Lucas Fernández Navarro, comisionado por la Facultad de Ciencias, para estudiar la caída del bólido, cuya desintegración se repartió entre esa finca, la de Los Manchones y otras cercanas como Doña María y La Sancha. Pero poco pudieron analizar. “El lugar de la caída fue donde había un pequeño cráter, de un medio metro aproximadamente, pero estaba todo pisoteado de los curiosos que habían ido a verlo”. Aún así, pudieron determinar que se trataba de un cuerpo de unos 150 kilos de carácter rocoso, formado a partir de hierro, magnesio, aluminio, silicio, potasio, calcio, titano, vanadio, cromo, manganeso, cobalto, níquel y estroncio.
Foto: Rayanos Magazine.
Fragmentos por Europa y América
El fragmento principal, de 36,5 kg, se conserva en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid. Un pedazo que el Ayuntamiento de Olivenza intentó recuperar sin éxito. “Hubo un alcalde, don Ramón Rocha, que hizo las gestiones oportunas pero el museo envió una carta con el gasto que conllevaría su traslado”, explica Carnerero. “Costaba 500.000 pesetas mensuales”, añade con gesto que demuestra la imposibilidad de la operación.
Foto: Rayanos Magazine.“Otro trozo, de unos 20 o 30 kilos, se envió al Museo Arqueológico de Badajoz, de donde misteriosamente desapareció tras la visita de unos señores del Smithsonian de Estados Unidos.”, destaca. Este fue el inicio del gran viaje que aún recorre el meteorito de Olivenza, cuyos fragmentos están repartidos por museos de toda Europa y América.
“De hecho, un señor de Alemania consiguió un trozo de el del Smithsonian, que fue al que convencimos para que nos vendiera un pedazo para la exposición de aquí”, suma el hombre en alusión a la muestra que durante siete años ha puesto en valor este hito astronómico. Se trata del deseo cumplido de José Javier Soto, antiguo notario del municipio transfronterizo, de elaborar una colección que diera a conocer el meteorito de Olivenza entre los vecinos. “Es una colección privada. Se fue a Canarias y con él se llevó la exposición”.
Foto: Rayanos Magazine.
Recuerdos entre los vecinos
Precisamente esta exposición fue una de las acciones que más ha contribuido al prestigio de los fragmentos de este bólido, especialmente entre los custodiados en las casas de los oliventinos. “El trozo de los 40 kilos se cree que tenía unos 70 y que se fue repartiendo entre toda la gente que fue a verlo. Todos querían llevarse a casa porque era una cosa muy curiosa”.
Una inquietud que ha llevado a que muchos vecinos guardasen sin saber algunos fragmentos. “Mi madre empleaba éste de pisapapeles, e incluso para agarrar los plásticos del suelo cuando blanqueaba”, comenta Joaquín Mora, uno de los afortunados en conservar un fragmento original. Fue su abuelo Joaquín el que vivió el estruendo y fama del meteorito de Olivenza, y el que dejó en herencia a su madre la muestra que recogió. Ahora él se la ha regalado a su hijo, graduado en Ciencias Ambientales, como uno de los tesoros más valiosos de la familia.
Y no es para menos. Pocos -muy pocos- pueden heredar un pedazo del cinturón de asteroides, y guardar un trocito del universo en el salón de su casa.
Foto: Rayanos Magazine.