Cultura
El contrabando en Piedras Albas: mujeres en un negocio de hombres
Un itinerario senderista recuerda el tránsito de féminas a un lado y otro de la Raya como un acto de empoderamiento femenino
Contrabando, dícese de la introducción en un país o exportación de mercancías sin pagar los derechos de aduana a las que están sometidas legalmente. Y contrabandista, persona que se dedica a la defraudación de la renta de aduanas. Así es como llamaban a aquellas personas que se jugaron la vida para poder sobrevivir del estraperlo del café a la posguerra en la Raya. Un negocio agenciado tradicionalmente a los hombres donde la mujer se hizo protagonista, al menos en Piedras Albas.
“El contrabando en Piedras Albas fue muy significativo porque fueron ellas quienes lo hacían”, explica Dori Barroso, piedrasalbeña y nieta de una de aquellas contrabandistas que intentaban subsistir con el tráfico de mercancías de España a Portugal. A su abuela la conocían como ‘La Rubia’ y formaba parte de uno de los grupos que cruzaban la frontera que separa Piedras Albas de Segura para transportar harina, café, chocolate o naranjas. “Entiendo que lo hacían las mujeres porque la recolección de tabaco y pimientos llevaban a los hombres de la casa a La Vera y eran ellas las que se quedaban en el territorio y tenían que sacar la casa adelante”.
La emoción se apodera de la voz de Barroso cuando le pregunta por el testimonio de las mujeres que hicieron del contrabando un sustento. “Ya no vive ninguna”, lamenta. Pero recuerda cuan escalofriantes eran las historias que contaban. “Cuando eran descubiertas les sobornaban: muchas de ellas tuvieron que hacer favores sexuales si no querían ser detenidas”.
Cuadrillas de mujeres
Barroso define el contrabando de las mujeres de Piedras Albas como un acto feminista. “Iban con carga, solas y por el campo. De noche y haciendo algo que estaba totalmente prohibido. Se pusieron el mundo por montera para que sus hijos no pasaran hambre”, recuerda. Y ese es el mensaje que se pretende transmitir con la actividad que año tras año recorre la ruta que ellas hacían, un itinerario “que siempre intento que transcienda del deporte al recuerdo”.
El estraperlo de un país a otro no era el único oficio del que se encargaban estas mujeres. También se encargaban de la adquisición y comercialización de los productos. “Mi madre me contaba que iban a Zarza La Mayor en burro a comprar chocolate y naranjas, y que después mi abuela lo llevaba al contrabando”. No fue la única. Según cuenta, eran las hijas de las contrabandistas – “con poco más de 14 o 15 años” – quienes se dedicaban a vender los alimentos portugueses en tiendas o vecinos particulares de Alcántara.
La sororidad es otro de los aspectos más significativos del contrabando de la mujer en Piedras Albas. “Muchas veces se encontraron con el río crecido y el paso limitado, y las propias mujeres portuguesas les acogían en los establos de sus casas”, asevera. Entre ellas no estaba mal visto que se dedicaran al estraperlo por la Raya, haciendo del acto del contrabando un verdadero ejemplo de sentimiento y empoderamiento femenino entre las mujeres de Piedras Albas.