Inicio / + Turismo / Arte en papel: así es el único museo de ‘papercraft’ de España
Por Esmeralda Torres
18 February 2020
Guillermo Rebollo cambió la atención al público por la paciencia y la digitalización de tarjetas y cartillas bancarias por la artimaña con el papel. En 2014 vivió la fusión de la entidad bancaria en la que llevaba años trabajando y decidió rechazar la plaza que le ofertaban en una sucursal de Zaragoza. Quería quedarse en Olivenza, su pueblo, y estudiar unas oposiciones de informática pero “no llegué ni a imprimir los apuntes”. Su hobby se convirtió en más que una afición: abrió (y agrandó) el primer museo de papercraft del país y el segundo de Europa en pleno corazón de la Raya.
Todo empezó con la figura de un felino que le pidió su pareja sentimental. “Dedicaba mis ratos libres a hacer barcos de madera y decidí hacer un gatito de papel”, relata Rebollo. “Al ver que era más sencillo guardar las cosas en la caja cuando terminabas, dejé los barcos de madera y me puse a hacer un montón de recortables”. De aquello hace ya ocho años. “Jamás pensé que un hobby me iba a dar para hacer un museo, la verdad”, admite mientras recuerda cómo reestructuró su vida tras ese giro laboral. “Por suerte, mi casa era grande y tenía sitio donde colocarlas, y en las horas de trabajo abría las puertas de mi casa para que los turistas vieran lo que hacía mientras yo seguía haciendo figuritas aquí”. Así pasó de tener unas 200 unidades a contar más de 700. “Muchas ya las he tenido que guardar porque no tengo más espacio”.
Entre las figuras destacan animales de todos los tamaños y especies, personajes de Disney y recreaciones de los más emblemáticos edificios de todo el mundo, como el Teatro Romano de Mérida, la Plaza Roja de Moscú o Notre Dame de París. Y llama (y mucho) la atención un transformer optimus prime - un robot articulado - de grandes dimensiones. “Fue uno de los primeros más grande que hice. Tiene articulaciones y se mueve entero, me pegué un año para terminarlo”.
Un arte centenario
Mientras pierde la vista entre ellas, Rebollo reconoce ser incapaz de quedarse con ninguna. “No tengo ninguna que sea mi favorita porque aunque tengo un popurrí de figuras de todo tipo, todas las he hecho porque me apetecía”.
El proceso es igual para todas, independientemente de la forma y del tamaño. “No deja de ser el sistema de aquellos recortables que se empezaron a crear durante la I Guerra Mundial, esos que diseñaba un arquitecto o un aparejador a mano alzada y luego lo vendían en un librito”, apunta. De hecho, los primero que construyó mucho tenían que ver con aquellos diseños; los últimos son de su propia cosecha. “Elijo qué quiero hacer y lo diseño con una aplicación en 3D”. Después es solo imprimir y pegar. “Suelo utilizar folios de 160 gramos, y a veces, a las más grandes, le pongo de 250 gramos”, dicta. “También suelo retocar el color porque, porque por muchas uniones que hagas, el otro lado del folio es blanco y siempre te queda el filamento”.
Sus estatuillas han viajado a Badajoz y Cáceres. También a un festival internacional de cine de Marruecos, “aunque no me gusta trasladar la exposición porque, a pesar de que no se trate de obras pesadas, sí son muy frágiles y siempre se rompe alguna”. A Rebollo lo que le gusta es recibir a viajeros e interesados en sus dependencias, hasta las que llegan perfiles de todas las edades y procedencia. “Vienen muchas excursiones del Imserso, que se sorprenden cuando salen de la rutina de castillos e iglesias y ven algo diferente”, subraya. “Y familias:” - añade admitiendo que es éste su público favorito - “los padres traen a los niños pensando que les va a gustar más a los pequeños y resulta que les gusta más a los mayores porque a los niños les gusta por el tipo de figuras que hay, pero a la gente mayor les gusta por ser figuras de papel”.