Por Esmeralda Torres
22 July 2019
Desde Barcelona, Valladolid, Madrid, Valencia o Granada, y aunque “casi nadie conocía la zona, todos se sorprendieron por la belleza y el espacio que tenemos en la Sierra de San Pedro”. Esto fue lo que experimentaron los 14 artistas participantes en el taller-residencia celebrado en Salorino el pasado mes de junio: un encuentro de escultores que ha llevado el nombre del municipio cacereño hasta la sala de exposiciones de Matadero Madrid.
“Álvaro [Sánchez Cotrina] es una persona muy activa que se empeña en promocionar Salorino donde pueda”, y la plaza capital de España no iba a ser menos. Así explica Lucia Beijlsmit, escultora holandesa residente en esta localidad rayana y pieza clave en la organización de esta actividad, el germen de la misma. Habla de su alcalde. “Como yo soy escultora en piedra, me dijo que quería que organizase una residencia de artistas que trabajaran este material ofreciendo a los estudiantes alojamiento y manutención gratuita”, anota. Una petición que Beijlsmit aceptó de inmediato seleccionando el perfil de Valerie de la Dehesa como comisaria y responsable de la muestra. “Sabía que ella podría hacerlo, tiene experiencia haciendo y organizando performances”.
Después de muchas reuniones y largos trámites burocráticos, el 31 de mayo arrancó un taller-residencia que reunió a 14 jóvenes artistas. También al calor extremeño, que no quiso perderse la cita. Entre carcajadas, la escultora confiesa que a todos se sorprendieron también con las altas temperaturas que sufrieron durante algunas visitas a monumentos naturales del entorno, como los dólmenes de Valencia de Alcántara o el Museo Vostell, en Los Barruecos. “Se trata de dos formaciones de piedra impresionantes, con mucha (pre)historia y cultura” y que invitan a divagar a rienda suelta. “Escuché muchos ‘me siento feliz aquí’, ‘he entrado en otra frecuencia’, ‘me he reencontrado conmigo misma’ o incluso ‘he salido flotando’”, relata la artista holandesa con una sonrisa.
Entre la arqueología y la performance
El taller-residencia supo aprovechar los vínculos del entorno con el redescubrimiento del cuerpo. Según explica Valerie de la Dehesa, la idea clave de la actividad era “redescubrir el cuerpo como recolector de información del territorio” y hacerlo a partir de “las técnicas del resentir en entornos naturales y enclaves sagrados prehistóricos usando el cuerpo como canal de información espacio-tiempo”. De ahí que se aprovechara la figura de Vostell, iniciador del movimiento Fluxus e importante figura en el arte de la performance, y su decisión de construir un museo en un territorio prehistórico lleno de formaciones de piedras y agua como es el paraje de Los Barruecos.
La comisaria explica que también se puso en valor el extenso territorio megalítico del entorno de Salorino, donde estos 14 artistas aprendieron “técnicas ancestrales y la fluidez de nuestro saber celular”. Un trabajo que dio sus frutos en forma de poemas, fotos y vídeos que han conquistado la mismísima sala de exposiciones de Matadero Madrid. “Hicimos máscaras con materiales naturales inspiradas en las experiencias vividas que pudieron verse en la capital de España del 24 al 28 de junio”, afirma Beijlsmit. Cuando le preguntan si podrá verse en Salorino, la holandesa responde con picardía. “Aún no hay nada confirmado, pero…”.
La artista asentada en Salorino se despide sin terminar la frase. Es veraz aquello de que aún no hay una fecha pública que confirme que la obra de este taller-residencia podrá disfrutarse en Salorino, pero el ímpetu de su alcalde y la ilusión de esta escultora llevan a soñar con ello. Tampoco lugar, aunque el jardín de esculturas que Beijlsmit regenta junto a su marido podría ser una buena opción. De lo que nadie duda es que después de este taller, Salorino se ha convertido en ciudad de vacaciones y escultores.
