Inicio / En Ruta / De Cáceres a Évora: un recorrido por el Patrimonio de la Humanidad extremeño-alentejano
Por Esmeralda Torres
20 September 2019
De la Lusitania romana a la Corona de Castilla más real, pasando por una de las más ricas regiones del Al Andalus. Las referencias (y estímulos) de un viaje por la Extremadura y el Alentejo más patrimoniales son inabarcables. A cada paso, el viajero se transporta en el tiempo con vestigios declarados de excepcional valor mundial, y es que las dos regiones rayanas aglutinan hasta cuatro ciudades Patrimonio de la Humanidad que fácilmente pueden conocerse en un fin de semana. El mejor, éste, con la celebración de la Noche del Patrimonio en España el 21 de septiembre.
Luces, cámaras y Cáceres
Los amantes de la serie Juego de Tronos vivirán un sueño nada más poner un pie en la capital cacereña. Y es que la exhibición de las prisioneras de Euron Greyjoy al llegar a Desembarco del Rey se rodó en la primera parada de esta ruta: la Ciudad Monumental de Cáceres. Declarada Patrimonio Mundial desde 1986, la también conocida como Casco Antiguo ha sido plató de series y películas por el sorprendente estado de conservación de su barrio de intramuros (véase Isabel, La Catedral del Mar o La Celestina, entre muchos).
Un buen punto de partida es la Plaza Mayor, donde se encuentra la Oficina de Turismo y el Arco de la Estrella, la puerta más importante de la ciudad. Allí fue donde Isabel la Católica juró los fueros y privilegios en 1477. De ahí ponga rumbo a la Torre de Buraco para disfrutar de la panorámica de la ciudad desde la muralla árabe, que se reconstruyó sobre los cimientos romanos de la ciudad, y continúe el camino hasta la Plaza de la Concatendral, donde se verá obligado a tomar varias fotografías. Y es que esta plaza concentra los palacios de Carvajal - donde encontrará una higuera con más de 400 años -, Mayoralgo, Ovando y el episcopal, dando a demostrar la riqueza de la Cáceres medieval. No pierda la oportunidad de visitar la Concatedral de Santa María que da nombre al rincón, el templo religioso de mayor rango en la ciudad que se construyó entre los siglos XV y XVI con rasgos de estilo románico en transición al gótico y detalles renacentistas. Antes de abanadonarla, fíjese que en la esquina opuesta de la plaza se encuentra la escultura de un santo: San Pedro de Alcántara, patrón de la diputación provincial, cuyas oficinas se asientan en diferentes palacios de la Ciudad Monumental.
Deambulando llegará hasta la Plaza de San Jorge, el patrón que eligió el mismísimo rey Alfonso IX cuando reconquistó definitivamente la ciudad. Según cuenta la leyenda, cuando Cáceres aún se llamaba Al Qazires, la hija del dueño de la ciudad traicionó a su familia y su pueblo enamorándose prendidamente de un caballero cristiano. Durante una cita, la princesa entregó las llaves de la ciudad a su amante y el ejército cristiano entró en el lugar asaltándolo por completo. Una escena que se representa cada noche del 22 de abril con un espectáculo de fuego que simboliza cómo los cristianos arrasaron la ciudad. Después de subir las escaleras de la plaza para disfrutar de las vistas, continúe la marcha hasta San Mateo, donde podrá recargar las pilas gastadas en las sofocantes cuestas del Casco Antiguo. En su camino se encontrará con la Torre de Sande, una de las imágenes más características de la capital cacereña, y en su destino con el distinguido Atrio, el restaurante del chef Toño Pérez que regenta varias estrellas michelín y donde sería delito no probar las cortezas agridulces de ibérico, el macaron de remolacha y el sensacional raviol de zanahoria en cuchara con una ortiguilla marina (entre los muchos platos que propone en sus menús tradicional y degustación).
La Plaza de las Veletas es la próxima parada de su itinerario, donde se topará con la impresionante Torre de las Cigüeñas incrustada en el palacio que le da nombre, la única que se libró de no ser desmochada por órdenes de la reina Isabel por ser su dueño, el capitán Diego de Cáceres y Ovando, el único que no pugnó contra ella por el trono. Es una de las más bellas de la ciudad y desde cuyo mirador se aprecian las mejores vistas de la ciudad y sus monumentos. De regreso, y como parada obligatoria, encontrará el Museo de Cáceres en el Palacio de las Veletas. Se trata de una galería que custodia una importante colección arqueológica y etnográfica además de un aljibe andalusí considerado uno de los más grandes y mejor conservados de la Península Ibérica. Para despedirse de la ciudad, diríjase hasta el barrio de San Antonio, donde se concentran las calles que formaron parte del antiguo barrio judío o Judería Vieja, y es que en 1478 se obligó a todos los judíos a agruparse en un único barrio conocido como Judería Nueva, que se encontraba en los alrededores de lo que hoy es la Plaza Mayor.
Eterna Emérita Augusta
Antes de que caiga la noche, el viajero deberá marcar Mérida en su GPS. Le distará unos 70 kilómetros que recorrerá en algo menos de una hora por la Autovía de la Plata (A-66), carretera que tomó el nombre por la antigua Vía de la Plata o camino romano que conectaban ambas ciudades. Allí, en cada paso, le parecerá escuchar aún las voces de los romanos que habitaron la capital de Lusitania, cuyas ruinas fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad en 1993.
Aproveche las últimas horas de sol para conocer el Acueducto de los Milagros que suministraba el agua a Emérita Augusta y continúe su camino por el paseo fluvial del Guadiana, para sorprenderse cómo se miran el futuro y el pasado como lo hacen el Puente Lusitania, obra del arquitecto Santiago Calatrava, y el Puente Romano. Éste último es considerado el más largo de la antigüedad conservándose en la actualidad sesenta arcos en una longitud de 790 metros. Junto a él queda la alcazaba árabe, en cuyo interior se custodia un impresionante aljibe subterráneo y algunas oficinas de la Junta de Extremadura. De ahí ponga rumbo al majestuoso Arco de Trajano, una construcción de unos quince metros de altura y trece de anchura que en un primer momento se interpretó como arco triunfal. Parte de éste hace las veces de pared en el interior de A de Atrio, una excelente recomendación para cenar en la capital autonómica extremeña. No dude en degustar unos ibéricos extremeños, que podrá rebajar bailando en Barocco antes de marcharse a descansar en el Parador de Mérida, un rehabilitado convento del siglo XVIII.
Al día siguiente emprenda su marcha en la Casa del Mitreo, unas ruinas localizadas cerca de la Plaza de Toros que se cree que pertenecieron a un posible templo dedicado a Mitra. Situada extramuros de la ciudad romana, se pudo construir a finales del siglo I o comienzos del siglo II aunque se aprecian estructuras y decoraciones de fechas posteriores que llevan a pensar que tuvo que ser remodelada. Sus dependencias se distribuyen en torno a tres patios que articulan la vida de la casa y le proporcionan luz y ventilación, y está pavimentada con uno de los mosaicos más interesante aparecido en la ciudad, el Mosaico Cosmológico. En él se personifica la concepción del mundo y de las fuerzas de la naturaleza que lo gobiernan, junto con alguna actividad humana. Lejos no queda el recinto que rodea el Teatro y el Anfiteatro romanos, dos espectaculares edificios de uso lúdico que fueron capaces de acoger 15.000 y 6.000 espectadores, respectivamente. Comience el recorrido por el anfiteatro, una construcción del siglo I a.C. donde los lugareños disfrutaban de las luchas de gladiadores, y continúe con el teatro cuyo majestuoso frente escénico, formado por dos cuerpos de columnas de mármol azulado, aún disfruta de obras de teatro, danza y conciertos cada verano. LAs esculturas que lo adornan, entre las que no faltan la Diosa Ceres, Proserpina o Plutón, son copias. Las originales se exhiben en el vecino Museo Nacional de Arte Romano, obra emblemática del arquitecto Rafael Moneo que dialoga con virtuosismo con las construcciones romanas de la ciudad y cuya visita es indispensable.
Mientras que el sol alcanza su punto más alto diríjase hacia el Pórtico del Foro, los vestigios de un pórtico monumental que formaba parte del grandioso programa propagandístico que poseía el Foro Municipal de Augusta Emérita. Continúe por la Calle Sagasta para llegar hasta el monumento más fotogénico de la ciudad: el Templo de Diana. Una construcción que presume de ser la única de carácter religioso que ha perdurado en un aceptable estado de conservación. Debió ser uno de los templos principales de la urbe a juzgar por su dedicación y por el lugar preeminente que ocupaba en el espacio urbano, por lo que en 2011 se decidió reforzar su promoción levantando una nueva plaza alrededor con gradas y soportales donde es fácil encontrar bares de tapas. El recomendad para comer tapeando es Trece Uvas en cuya carta no faltan los mejores vinos con denominación de origen Ribera del Guadiana.
Elvas defensiva
No fue hasta el año 2012 cuando la Unesco catalogó como Patrimonio de la Humanidad la guarnición fronteriza y las fortificaciones de la ciudad de Elvas, próxima parada en este itinerario. Llegar hasta esta ciudad rayana, situada en el distrito de Portalegre, es tan sencillo como seguir la A-5 hasta Badajoz y una vez allí cruzar la frontera de Caia: la encontrará a unos 20 kilómetros de la capital pacense.
Precisamente fue esta cercanía con España lo que provocó que se construyera una de las más interesantes estructuras defensivas del mundo en las que raramente se pudo abrir mecha (véase el capítulo de 1659, cuando solo 100 habitantes aguantaron el ataque de 15.000 soldados españoles). Uno de los más destacados elementos de defensa es el Forte de Graça, considerado el mayor baluarte del mundo y la primera parada en la parte portuguesa del viaje. Éste se encuentra a tres kilómetros al norte de la ciudad y posee unas murallas en zigzag, además del más ingenioso sistema protector de su época con hasta tres líneas de defensa. Tras sorprenderse con esta impresionante custodia de la Casa del Gobernador, diríjase hacia el centro histórico de la ciudad, donde le recibirá un imponente Acueducto de Amoreira que se extiende por casi nueve kilómetros con 843 arcadas y hasta los 31 metros de altura. Préstele atención, es considerado el mayor de la Península Ibérica, por lo que no sorprende que se tardase unos cien años en completar esta ambiciosa obra.
Muros adentro, continúe su paseo ensimismándose de la rutina de los alentejanos hasta la Praça da República, una enorme plaza presidida por la Sé de Elvas, una monumental iglesia que hasta el 1882 regentó el título de catedral. Se percatará de un ambiente festivo especial, y es que del 20 al 29 de septiembre la ciudad celebra las fiestas en honor a São Mateus. Que esto no le impida continuar con su marcha hasta el Castelo, una construcción árabe erigida sobre cimientos romanos que fue remodelada por Don Dinis en el siglo XIII y, doscientos años después, por João II. Es un lugar idóneo para disfrutar del atardecer sobre las cálidas llanuras alentejanas.
La mesa de O Lagar es la más recomendada por los elvenses para cenar. Elegante y de moda, en este restaurante preparan excelentes platos regionales con açordas, una especie de sopa de pan, y bacalhau de calidad y a buen precio. Se irá con el estómago bien lleno a su alojamiento, el Hotel Convento São João de Deus, un viejo convento rehabilitado con suelos de madera y abundante azulejaría portuguesa.
Évora, parada monumental
Nada más levantarse en su último día de viaje, haga las maletas y tome la A6 hasta Évora. No le llevará más de una hora encontrarse con un auténtico museo al aire libre, declarado Patrimonio de la Humanida en 1986 por los vestigios latentes de su pasado romano, árabe, judío y cristiano. Si no ha desayunado aproveche para visitar la Fabrica dos Pasteis, donde podrá saborear una tradicional queijada con un buen café portugués que le dará energía para recorrer la capital del Alentejo.
La primera parada es, quizá, la imagen más representativa de la ciudad, su templo romano. Se emplaza en la colina que domina la ciudad y donde siempre estuvieron sus lugares sagrados. Atribuido popularmente a Diana (al igual que el emeritense), consta de 14 columnas conservadas milagrosamente por ser engullido por un baluarte defensivo medieval. A menos de diez minutos a pie se encuentra una de las visitas inexcusables en Évora, su catedral, un sólido edificio de origen románico que tiene más de fortaleza que de templo. Su acceso incluye el museo catedralicio, el claustro y la subida a la torre, por la que se accede a la cubierta superior de la nave y al cimborrio, y desde donde podrá contemplar la mejor panorámica de la localidad.
La Praça do Giraldo es el centro neurálgico del casco histórico, y el siguiente punto de este itinerario. Se trata de un bellísimo espacio portado y rodeado de edificios de arquitectura típica alentejana por tres de sus costados, mientras que el cuarto lo ocupa la Igreja de Santo Antão. Hacia el suroeste se abría la antigua judería, reconocible aún por sus estrechas callejuelas. Desde aquí puede llegar fácilmente descendiendo una calle peatonal con tiendas de artesanía corchera y muchos restaurantes hasta la Praça 1º de Maio, otro de los grandes espacios abiertos de Évora donde se levanta la figura de la Igreja de São Francisco, una de las más visitadas por creyentes y no creyentes. Y es que en su interior se encuentra la Capela dos Ossos, una construcción forrada enteramente con calaveras y huesos, mandada construir por los frailes franciscanos que vivían en el convento. Una invitación a reflexionar sobre lo efímero de la condición humana y el valor pasajero de la vida terrenal.
Uno de los mayores atractivos de Évora son sus murallas. Buena parte de la Cerca-Nova, la muralla de los siglos XVI y XVII, rodea el Casco Antiguo y conserva varias de sus puertas originales - como la de Avis - además de restos romanos y árabes sobre los que se construyó, visibles aún en algunas zonas como el largo da Porta de Moura. Para reponer pilas y despedirse como se merece del municipio, pida mesa en Cartuxa Enoteca, donde ofrecen cientos de referencias de vinos alentejanos y una carta bastante amplia en la que redefine el recetario más tradicional con un toque de modernidad y originalidad.