Inicio / Turismo / De ‘adega’ en ‘adega’: un brindis por la Raya
Por Esmeralda Torres
02 May 2019
La tierra, a veces, obsequia a quienes la contemplan y trabajan con unas tonalidades propias de una pintura impresionista. Pasear por caminos abiertos entre campos, huertas y viñedos que cuentan con tres milenios de tradición puede no pasar de una simple excursión, pero, si uno quiere, se puede transformar en una experiencia sensorial que reaviva cuerpo, mente y paladar: véase la Ruta dos Vinos del Alentejo portugués.
En el Alentejo existen unas tierras milenarias expertas en producir estos efectos en quienes las habitan y visitan. Ya lo indican los carteles de ‘Rota do vinho’ que articulan la región con mayor producción vitivinícola del país, poniendo una nota de color junto a un contraste entre tonos verdes y ocres que impacta a la vista. Las condiciones de suelo y clima - tan difíciles como atractivas - llevó a la producción de vino a los fenicios que habitaron el territorio en el siglo X a.C. Una tradición que abrazaron los griegos, romanos y visigodos. Incluso los árabes, que, salvo algún paréntesis de tipo ortodoxo impuesto por los rígidos almorávides y almohades, toleraron el cultivo ancestral de la viña. Y que pronto llevó el nombre de Portugal por las rutas comerciales de todo el mundo.
Los amantes del vino aseguran que el secreto de los vinos del Alentejo son las viñas plantadas en las laderas de São Mamede, que consiguen así captar la abundante luz del sol y con ellos altos niveles de azúcar. Los menos entendidos abogan que es la tranquilidad de su llano y la influencia de los pueblos que habitaron y que dejó una vasta riqueza tradicional aquello que le transmite ese peculiaridad sabor, haciendo de esta tradición un atractivo turístico.
Tres rutas diferentes
Los vinos del Alentejo son aromáticos y envejecen con orgullo. A pesar de que cada vez ganan más fama y cada vez se hacen más presentes en la Península Ibérica (especialmente los tintos), no hay mejor experiencia que probarlos en su lugar de origen. Para ello Turismo do Alentejo propone al viajero tres rutas englobadas dentro de la marca Rota dos Vinhos do Alentejo y que la dividen en tres áreas: la Serra de São Mamede, la zona histórica y el territorio más próximo al río Guadiana. Aunque si hubiera que marcar con chinchetas aquellos lugares que exigen una parada obligatoria, poco se movería el viajero de la Raya.
El Alentejo cuenta con ocho zonas de Denominación de Origen Controlado, de las cuales siete se consideran rayanas: Portalegre, Borba, Redondo, Regueros de Monsaraz, Évora, Granja/Amareleja y Moura, seguidas de Vidigueira (a poco más de 70 kilómetros de la frontera). Casi todas las adegas cuentan con visitas guiadas con catas de vino, e incluso restaurantes donde acompañar los caldos con la mejor gastronomía tradicional alentejana. En los blancos, según el portal OchoLeguas.com de El Mundo, las catas más valoradas son la Roupeiro y la Rabo de Ovelha, que compiten con la Antão Vaz, famosa por su singular aroma, mientras que en las tintas se popularizan la Castelão, la Trincadeira y la Aragonez, que es la variedad que en España se conoce como Tempranillo.
Una escapada por la Raya
Si el viajero no dispone de tiempo suficiente para entregarse a la experiencia del enoturismo puede plantear una ruta para, al menos, comprobar el por qué la fama vitivinícola del Alentejo. Su itinerario partirá de Évora, donde además de disfrutar de una ciudad Patrimonio de la Humanidad, podrá visitar la Sala de Provas, un local situado en el corazón de la ciudad donde se concentran más de 400 sabores alentejanos.
Después de quedarse con el que mejor sabe - a su gusto - pondrá rumbo a Regueros de Monsaraz para perderse por los pasillos de una bodega, la de Esporão, un grande del Alentejo. Es una de las más antiguas remontándose siete siglos atrás, de las mayores de Portugal con una propiedad de 1.200 hectáreas - más de 400 de viñedo y donde se han descubierto yacimientos arqueológicos datados en los siglos III y IV a.C. - , y de las pocas que, fuera de Oporto, ha logrado forjarse una reputación fuera del país. Cultiva unas 200 variedades de vinos elegantes, con mucho cuerpo y un buen potencial de envejecimiento que se cultivan en unas bodegas pioneras en cuanto a enoturismo se refiere. Y es que la empresa ofrece la posibilidad de conocer su planta y el proceso de la vendimia culminando con una comida típica de la región.
Cerca de Esporão se localiza el Museo Regional do Vino do Alentejo, en Redondo. Se trata de una enoteca instalada en la oficina de turismo que contextualiza la historia y cultura vitivinícola en la región, y que le dará al viajero las claves para entender todo lo visto hasta la hora y la oportunidad de saborear el mejor maridaje. Muy probablemente le hará volver acreditando que en el Alentejo se come y se bebe más que bien.