Inicio / Turismo / Un paseo en barco por el paraíso botánico del Tajo
Por Esmeralda Torres
11 May 2018
Cedillo es una pequeña localidad situada en la Extremadura más noroeste. Tiene poco más de 300 habitantes y dos fiestas señaladas en rojo en su calendario, el Domingo Gordo y La Enfariñá; quizá, alguna más. Pero si algo habría que destacar de este municipio cacereño es su Balcón del Tajo, un embarcadero desde el que se puede subir al barco que recorre el río Tajo y descubrir un auténtico paraíso botánico.
“Al turista lo que más le llama la atención, especialmente en verano, es ver la zona de dehesa como un secaral antes de bajar y aquí encontrar un oasis, una vegetación comparable a cualquier selva tropical”, describe Robe Ramallete. Él es el patrón del Balcón del Tajo, el barco que día sí y día también ofrece la posibilidad de descubrir la flora y fauna más característica del río más largo de España a su paso por la comarca Sierra de San Pedro.
Desde hace siete años surca las aguas del Tajo con turistas de diferentes gustos y procedencias. Reconoce que cuando suben llegan desorientados, sin saber qué van a descubrir. “La verdad es que al principio les echo una bronca”, cuenta el patrón. Antes de comenzar el crucero pide a toda la tripulación respeto, no hacer fotografías con flash y no dar voces, “porque los animales son los verdaderos moradores, nosotros somos visitantes en casa ajena”. Algo que parece sorprender a la gente, nada más llegar por encontrarse una reprimenda y justo al terminar, cuando le agradecen haberles advertido. “Me agradecen haberles reñido porque así lo disfrutan mucho más”.
Junto a Robe viajan dos guías turísticas que, nada más zarpar y en el interior del barco, explican algunas pautas y precisan qué es lo que van a ver durante el trayecto. Una vez superada esta primera etapa, los clientes suben a la cubierta y el navegante toma la palabra. Él destaca especialmente la flora del entorno, una diversidad de bosque mediterráneo que engloba diversas especies de planta y arbustos como madroños, brezos y lentiscos, un conjunto que en otras zonas es difícil de ver. Y es que, como él mismo asegura, “tenemos la gran ventaja de que esto es un paraíso para los botánicos, para la gente que le gusta apreciar la naturaleza”.
El patrón confiesa por qué le gusta más resaltar la vegetación durante el recorrido. Asegura que la gran balsa de agua embalsada hace comparable esta exuberante flora y su microclima a cualquier otra selva. “Entre otras cosas, es un pulmón de oxígeno que tenemos y que debemos conservar”.
Amplia oferta
El Balcón del Tajo contabilizó 27.000 visitantes durante 2017. “Unos 12.000 han hecho el crucero de Portugal y el resto las rutas de naturaleza o la del contrabando”, especifica Robe. Y es que, la belleza del Tajo se puede descubrir en diferentes ofertas.
Una opción es ir desde Cedillo hasta Castelo Branco, recorrer esta villa portuguesa y después regresar en barco. Otra, es conocer en profundidad la flora y fauna del parque natural con un trayecto que va desde Herrera de Alcántara a Santiago de Alcántara y vuelta. O embarcarse en la aventura de remontar el cauce del río Ponsul para descubrir algunas rutas utilizadas por los contrabandistas que recorrían estos parajes entre las diferentes poblaciones de La Raya.
Robe cuenta que tienen algunas parejas y muchos grupos que suben hasta completar el aforo de 80 personas. “Mañana mismo, miércoles, salimos con 78 personas a un crucero de naturaleza”, apunta. “Se suele llenar”, añade mientras especifica que se encuentran en plena temporada alta. “El turismo rural está más enfocado a los meses de abril y mayo”, aunque en julio y agosto cuentan con una ventaja, “que hay muchos inmigrantes que vuelven a las poblaciones y vuelven al barco, y por suerte traen amigos”, presume orgulloso.
Esto es un auténtico extra para el Balcón del Tajo ya que se encuentra en una zona alejada de grandes núcleos de población. “Es muy difícil traer el turismo. Aquí como mínimo el turista se tiene que hacer unos 200 kilómetros desde los núcleos de población más grandes que tenemos, sea Cáceres, Badajoz o Mérida”, lamenta. Un handicap que se vuelve un placer cuando descubren los ‘fiordos extremeños’. “Los que han viajado a Noruega es lo primero que te dicen, que les recuerda muchísimo a ese paisaje. Que todo es verde y todo es agua”.