Inicio / En Ruta / De San Martín de Trevejo a Valverde del Fresno: un recorrido por las raíces de ‘a fala’
Por Esmeralda Torres
11 October 2019
Los residentes en Valverde del Fresno se hacen llamar valverdeños y valverdeñas. Pero también valverdeirus, al igual que los que viven en Eljas se les conoce por lagarteirus y los de San Martín de Trevejo como mañegus. Son, además, los nombres por los que se conoce a fala, la lengua romance que solo se habla en los tres pueblos del valle de Jálama, en Sierra de Gata. Y que hace de ellos un destino único en el mundo.
Valverde y el oro verde serragateño
La localidad con más habitantes y con mayor término municipal - además del más occidental y rayano - de Sierra de Gata será el encargado de dar la bienvenida al viajero. Valverde del Fresno se enclava a solo nueve kilómetros de la frontera con Portugal y a 12 del límite con Salamanca, localización desde la que se ha hecho mundialmente famoso su oro verde. Y es que junto a Las Hurdes, Sierra de Gata presume de la Denominación de Origen del aceite gata-hurdes, un producto estrella que ha cruzado fronteras nacionales e internacionales para llevar el nombre de sus pueblos a cada rincón del planeta. Para conocer su tradición y peso en la vida local, el itinerario pasa por la almazara As Pontis (Carretera Valverde-Hervás, km 18), una factoría especializad en oleoturismo. Con el objetivo de dar a conocer el proceso de elaboración del aceite de oliva virgen extra 100% manzanilla cacereña, y especialmente el de su marca Vieiru, As Pontis ofrece visitas a la almazara, catas especializadas y show cookings que muestran el uso de estos aoves en la alta cocina.
Pero antes de perderse entre los encantos de su aceite, visite su casco urbano y certifique que puede encontrarla en cualquier establecimiento hostelero. Elija, por ejemplo, el Bar Inocencio (Francisco Pizarro, 32) para pedir media de aceite con café portugués. Allí escuchará las primeras palabras de a fala en boca de los valverdeirus. Lo hará entre los más mayores, y, sorprendentemente, también entre los más jóvenes, y es que la situación geográfica de Valverde del Fresno - en pleno enclave montañoso - le ha hecho sobrevivir al devenir del tiempo. De ahí emprenda el recorrido hasta el primer punto del itinerario, la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, uno de los exponentes arquitectónicos más destacados. Obra de Pedro de Ibarra en el siglo XV, en su construcción inconclusa destaca la cabecera y la torre prismática de planta cuadrangular y colosal cantería granítica. Pida permiso para visitar la hermosa bóveda de crucería que guarda en su interior y el retablo de la escuela vallisoletana del siglo XVIII, algo deteriorado por retoques pictóricos de fechas posteriores. De ahí diríjase a la ermita del Cristo del Humilladero, un bonito ejemplo de arquitectura religiosa del siglo XVI que fue erigida en dos etapas. Entre sus paredes destaca un pequeño retablo de estilo barroco y una talla gótica de Cristo Crucificado.
Por continuar con esta línea de turismo espiritual que invita a conocer el patrimonio de Valverde del Fresno, antes de llegar hasta la almazara descubra la ermita del Espíritu Santo. Solamente su emplazamiento, en la falda de la montaña, merece la pena. Rodeada de pinos, riachuelos y moles graníticas, su ubicación responde sin lugar a dudas a criterios casi mágicos.
Si aún sale con apetito de la cata en As Pontis, diríjase hasta A Velha Fábrica, un hotel rural que ofrece cocina en el antiguo almacén de la factoría. Su carta se equilibra entre la tradición, representada sobre todo por productos de la zona, y la modernidad, presente en sugerentes presentaciones y buenas técnicas en cocina. Decántese por el bacalao, su proximidad a Portugal lo ha convertido en rey.
Eljas, carácter defensivo
Tan solo algo más de cinco kilómetros separan el almuerzo de la sobremesa. Y es que para hacer la digestión se propone una subida a las ruinas del castillo de Eljas, la siguiente parada de esta ruta. Literalmente colgada sobre las faldas de la Sierra de Gata, es el pueblo que te regalará las mejores panorámicas de la comarca, y el que históricamente ha defendido la frontera con Portugal. Próximo a la Plaza Mayor, sus ruinas han revelado que esta fortaleza se erigió en el siglo XIV como Encomienda de Alcántara.
Cerca se sitúa la Plaza Mayor, buque insignia de una arquitectura que ha sido abrasada por el urbanismo masivo generado tras el retorno de la inmigración. Aún así, su ubicación sobre la ladera de la montaña le dota de una gran peculiaridad que se plasma en la angostura y pendiente de sus calles. Aprovechando su cercanía no deje de visitar la Iglesia de la Asunción, del siglo XV.
Antes de marcharse, diríjase hasta el bar Us Jubilaus (Santa Marina) para cuestionar la certeza de esa teoría que asegura que los vecinos de Eljas se hacen llamar lagarteirus por los lagartos que tuvieron que comer durante los años más duros de la posguerra. Necesitará suerte para entender a los más mayores, y es que aunque quisieran no podrían dotarle de un diccionario que le ayudase a entender la explicación: a fala no dispone de una ortografía oficial ni ha sido nunca enseñada en los colegios.
San Martín, bonito y rural
La siguiente parada del itinerario es uno de los pueblos más bonitos de España, y uno de los más pintorescos de toda la Sierra de Gata. San Martín de Trevejo enamora desde que el viajero pone un pie en sus calles y descubre su arquitectura tradicional de corte serrano perfectamente conservada. El acceso de vehículos rodados al casco histórico está prohibido, por lo que se recomienda dejar el coche estacionado a las puertas del alojamiento favorito de la mayoría de foráneos que llegan hasta el municipio, El Duende del Chafaril (Los Caños, 29). Este hotel rural se enclava en una antigua casa con muros de piedra construida en 1822, en la calle que mira hacia la plaza y la iglesia.
Deje su equipaje y ponga rumbo al corazón de San Martín de Trevejo. Olvídese de mapas y déjese empapar por la cercanía de los mañegus y su relato del misticismo que envuelve el origen de a fala. Esta lengua, que solo conocen unos 5.000 extremeños, es una variedad galaico-portugués con influencias asturleonesas, y que muchos atribuyen al luso. Mientras que unos defienden a capa y espada que procede del portugués y que fue dialecto clave para comunicarse con los vecinos de Portugal durante el contrabando que permitió la subsistencia tras la Guerra Civil española, otros sostienen que viene del gallego y la orden que dio Alfonso IX tras la Reconquista de que el territorio fuese repoblado por colonos del noroeste penínsular.
Para cenar elija Saboris de Sempris (Plaza Mayor, 8), y si el tiempo lo permite, su terraza. Saboreé alguna propuesta ibérica - los morros y la presa son las sugerencias favoritas de los lugareños - y deje hueco para el postre y su amplia carta de repostería tradicional y casera. De vuelta al hotel y bajo la peculiar luz de los candeleros urbanos, contemple el encanto que desprenden las casas apiladas con entramados de madera, granito y adobe, y fantasee imaginando la distribución típica de la vivienda mañegu: planta baja dedicada a una bodega o cuadra, una primera altura para la vivienda y el tercer escalón para el desván.
Al día siguiente, el itinerario parte de la fuente Chafaril, una antigua toma que, con sus tres años, desde tiempos inmemoriales ha marcado el ritmo pacífico de San Martín de Trevejo. Con el runrún del agua que baja de la sierra por los canalillos sin entubar que hay en mitad de las calles, diríjase de nuevo hasta la Plaza Mayor para contemplar el edificio del Ayuntamiento volando sobre un desmesurado soportal que ofrece resguardo frente a las asperezas del clima. A este hermoso cuadriltero, al que hace de centro una fuente con pilón del siglo XIX se asoman, desde uno de sus ángulos, una torre campanario del XVI y, por otro, el palacio de la Casa del Comendador, morada del Bailío de la Encomienda de San Martín de Trevejo. De ahí, continúe por la calle del Puerto para llegar hasta la Iglesia de San Martín de Tours, un valioso cofre que custodia en su interior el tesoro de tres tablas pintadas por Luis de Morales ‘El divino’. Mención requiere también su retablo, del siglo XVIII.
Continúe su viaje por la calle Puerto para descubrir la zona más alta del pueblo. Más allá de que la mayoría de viajeros coinciden en que allí se encuentran las calles más hermosas de San Martín de Trevejo, es el inicio de la antigua subida hacia el puerto de Santa Clara, que aún conserva (y en buen estado) parte de su calzada empedrada.
Para despedirse de este itinerario en el que apetece sentarse en bajo los soportales serragateños a dejar pasar ocioso el tiempo, nada mejor que degustar Los Cazadores (Salamanca, 2). Este restaurante ha sido galardonado en numerosas ocasiones por su cocina tradicional y bien hecha. En su carta cobra protagonismo los potajes, las sopas y las carnes de la tierra, pero si aprovecha el otoño para ir pida platos de caza: la perdiz y las croquetas de boletus le harán despedirse relamiéndose de la belleza serragateña.