Inicio / En Ruta / De Las Mestas a Ovejuela: por Las Hurdes tras la pista de Buñuel
Por Esmeralda Torres
25 September 2020
Casas de pizarra que resisten las emboscadas del devenir del tiempo, bancales verticales en escarpadas vertiginosas repletos de olivos que incrustan sus raíces en un suelo preñado de piedras, y mucha magia. Así son Las Hurdes. La tierra en la que veraneó Maurice Legendre y que llevó a la gran pantalla el prestigioso cineasta Luis Buñuel no es esa comarca pobre y arrasada que cuenta la cinta. Es un territorio opulento en recursos naturales: repleto de meandros imposibles y paisajes de belleza incalculable, y productor de las más exquisitas mieles y aceites. Un lugar recóndito de Extremadura, y la mejor excusa para disfrutar de un fin de semana de aislamiento y desconexión.
Las Hurdes, paraíso natural
Si solo un adjetivo tuviese que definir de la forma más concisa Las Hurdes, sin duda alguna, sería el de natural. Esta comarca cacereña se enclava en una zona montañosa del Sistema Central entre la que fluye el agua y se asientan diversas alquerías – caseríos –. De ahí que la mejor bienvenida que puedan dar sea con una panorámica que vierta la riqueza medioambiental del territorio, las vistas desde el Pico Rongiero. La vía más atractiva de llegar hasta él es a través de una ruta senderista que parte del Monasterio carmelita de San José de las Batuecas, sito en el límite de la provincia de Salamanca. Se trata de un ascenso moderado que ronda los 12 kilómetros y que senda entre brezos. Merece la pena, y es que los 1.622 metros de altitud que alcanzan su cima regalan una apabullante perspectiva de la Peña de Francia y el Parque Natural de Las Batuecas.
Antes de partir - o nada más volver -, conviene prestar atención al templo religioso que hace las veces de punto de partida. El Monasterio de San José de Las Batuecas se erigió en el siglo XVI, y desde entonces ha estado rodeado de leyendas que contribuyeron a aumentar el misterio que ya de por sí tenía lo intrincado del valle. Pertenece a la orden de los Carmelitas Descalzos de Castilla, que fieles a su tradición contemplativa, viven en clausura en este desierto solitario como en un oasis de paz.
Una vez culminada la marcha será hora de reponer fuerzas. Para ello, el viajero deberá adentrarse en Las Hurdes a través de la carretera provincial SA-201. En unos diez minutos habrá llegado a Las Mestas, una alquería situada en el valle donde se unen el río Batuecas con el Ladrillar. Precisamente cerca de este enclave se localiza el Charco de la Olla, una poza por la que discurre una corriente cristalina y fría que toma este nombre por la forma cilíndrica que el agua ha formado desgastando la piedra. En verano se convierte en una piscina natural a la que no le falta chiringuito, en el que sirven exquisitas parrilladas de carne y verdura a muy buen precio. Desde su terraza se puede apreciar el puente que salva el río, decorado con pizarra, la piedra más característica del paisaje hurdano.
Una buena idea para hacer la digestión es probar el pichín real, una bebida elaborada a partir de productos extraídos de la miel y que es única de esta tierra. Tan única que fue ideada como promoción del producto hurdano por excelencia. El inventor se llama Anastasio Marcos y es el gerente de El Tío Picho, la única marca que la comercializa. Saborearla es tan sencillo como adentrarse en este pequeño caserío, llegar hasta su tienda y pedir una botella (o dos, aprovechando su diseño de merchandising). Con un poco de suerte encontrará al empresario por allí y le contará cómo relevó a su padre en el oficio de la apicultura, y cómo éste se curó de un reuma con las picaduras de las abejas. Es patrimonio humano de Las Hurdes e historia viva de la comarca. No se vaya de allí sin visitar las instalaciones de la Casa de la Miel, en la planta superior del establecimiento: un espacio didáctico con sala de exposiciones, paneles informativos y varias y curiosas herramientas tradicionales del oficio.
Antes de poner rumbo a la siguiente parada de esta ruta, se aconseja contemplar la iglesia parroquial de Las Mestas, cuya fachada está erigida exclusivamente con piedra, y el encanto que desprende una aldea en la que solo viven 20 vecinos.
De Ladrillar a Aceitunilla, un análisis de la arquitectura hurdana
Esta primera jornada continúa con un road trip para conocer el paisaje que caracteriza a Las Hurdes Altas: valles estrechos y profundos donde las carreteras se pierden por sinuosas curvas hasta finalizar en alguna pequeña alquería. La primera parada es Ladrillar, un pueblo que muestra la evolución de esta tierra: mientras que las nuevas construcciones se asientan en la parte más alta de la localidad, en dirección al valle se localizan las más antiguas. Es uno de los más fieles ejemplos de la arquitectura hurdana más tradicional. Construidas directamente en la tierra, a partir de piedras y coronadas por una gran laja de pizarra que hacía las veces de tejado, el viajero entenderá la pobreza de la época que vivió Buñuel. Los pocos elementos decorativos que añaden son los vanos o ventanas que se cierran con postigos de madera. No pierda detalle de la bella composición que completa la Sierra de Francia al fondo. Será entonces cuando entienda aquello que decía Maurice Legendre: “los pueblos se mimetizan con el entorno de tal manera que, hasta que no estás encima de ellos no los distingues”.
A poco más de cinco kilómetros dista Riomalo de Arriba, donde se distinguen más ejemplos de arquitectura hurdana bien conservada. Un deleite para los sentidos, y una vuelta al pasado. También en Casares de Las Hurdes, el pueblo al que muchos llaman el balcón de la comarca por ser el que a mayor latitud se localiza, y donde se halla un campanario sin iglesia empleado para llamar a la gente del pueblo cuando había que reunirse o lanzar alguna alerta. Y en Aceitunilla, uno de los escenarios elegidos por el cineasta para rodar su famosa Las Hurdes, tierra sin pan. Desde allí parten los 27 kilómetros que recorren la Senda Buñuel, y se recuerda el edificio blanco de la escuela y la cría de niños abandonados a cargo de las hurdanas que narraba la cinta.
En Vegas de Coria se encuentra el primer alojamiento de este itinerario, el Hotel Rural Los Ángeles. Un tres estrellas de estilo rústico que oferta tanto habitaciones con baño privado y calefacción, como un restaurante que sirve cocina local.
El Melero, icono de la comarca
Es un capricho de la naturaleza y la postal más simbólica de Las Hurdes. De ahí que el meandro El Melero se convierta en el mejor punto de partida de la segunda jornada en esta comarca cacereña. Para llegar hasta él hay que desplazarse hasta Riomalo de Abajo. Desde esta alquería, situada en la frontera que distingue los límites de Extremadura y Castilla y León, parte una senda de algo menos de tres kilómetros hasta el mirador conocido como La Antigua. El ascenso se completa fácilmente caminando ante las bellas vistas que deja el camino, que también se puede recorrer en coche. Aunque para vistas, las de este balcón. La panorámica del río entre sierras es insólita; aun más en temporada de lluvias, cuando el meandro prácticamente se convierte en un islote.
Una vez descubierto desde fuera es muy recomendable hacerlo también desde dentro. Para ello, el viajero deberá dirigirse hasta el camping de Riomalo de Abajo, donde se ofertan excursiones en kayax para recorrer las aguas del Ladrillar y disfrutar de este accidente geográfico desde un punto de vista diferente. El recorrido se puede alargar hasta las cuatro horas y no requiere de una gran condición física.
Tras la pista de Buñuel
Antes de que se acerque más el mediodía, hay que dirigirse hacia El Gasco, una pequeña alquería perteneciente al municipio de Nuñomoral. Allí puede degustar la cocina más tradicional en el Restaurante La Meancera. Ofertan dos opciones, menú del día y el menú degustación. Elija cual elija, no dude en decantarse como sobremesa con la subida al Chorro de la Meancera. Este enclave natural está protagonizado por una imponente cascada de cien metros de altura a la que se accede por un sendero de poco más de un kilómetro y medio de fácil recorrido.
En El Gasco también se puede visitar el Centro de Interpretación de la Casa Hurdana. En este espacio se recrea una vivienda tradicional original a la que se puede acceder para recorrer sus estancias, cuidadas al detalle. Y a través de paneles didácticos y audiovisuales se explica cómo era la vida de antaño en la comarca cacereña.
Llegados a este punto del itinerario será hora de marcharse a descansar, esta vez en un alojamiento sostenible ubicado en Pinofranqueado. De camino al mismo, encontrará varios escenarios de película que se dieron a conocer en la película de Buñuel, como los meandros que hace el río Malvellido a su paso por Martilandrán, donde se grabó la famosa y polémica caída de la cabra, o Fragosa, desde donde partió la escena de los familiares de un niño fallecido en procesión hasta el cementerio. Reconocerlos no es tarea fácil: con alguna complejidad podrá evocar algunas construcciones que sobreviven en mal estado en la parte baja de Martilandrán, o las empinadas y estrechas vías de Fragosa.
Una vez en Pinofranqueado busque los Alojamientos Bioclimáticos Akassa y prepárese para desconectar del mundo y conectar con la naturaleza: un ventanal del techo al suelo en una minicasita de dos plantas le permitirá (casi) pasar la noche dentro de un pinar.
Ovejuela, patrimonio natural
El tercer día en Las Hurdes arranca en Ovejuela, una pequeña pedanía de Pinofranqueado donde cohabitan poco más de cien vecinos y uno de los tesoros del patrimonio natural hurdano, el Chorritero de Ovejuela. Hasta la alquería se accede recorriendo unos 14 km por la CC-155, y desde ahí parte una ruta senderista que sigue el curso del río homónimo para llegar hasta esta cascada. Una vez allí, es interesante acceder por una senda de castaños hasta el pico Vela, a 1.075 metros de altitud, y dejarse embaucar una vez más por el paisaje natural de la comarca. El descenso completa los 18 kilómetros de la propuesta senderista a través de un cortafuegos, finalizando de nuevo en el núcleo urbano. Una vez de vuelta, ponga rumbo al Mesón Joselo, un restaurante que abrió sus puertas en una casa tradicional, y déjese fascinar por las delicias culinarias típicas de la zona. También por las espectaculares vistas de su terraza.
El Mirador del Chorro de los Ángeles protagoniza la despedida de este itinerario por Las Hurdes. A poco más de 13 kilómetros se encuentra un balcón a otra bella cascada cuya visita es indispensable. Hasta este salto de agua, que alcanza los 200 metros de altura y es sobrevolado por buitres leonados, se accede a través de un sendero con indicaciones. Entre éstas también encontrará cómo llegar hasta las ruinas del convento del Cerro de los Ángeles, los restos de un templo que, según cuentan, fue levantando por deseo expreso de San Francisco de Asís durante una de sus paradas en un viaje a Portugal. De lo que sí existe constancia es de que este convento fue habitado por el mismísimo San Pedro de Alcántara. Ni él quiso perderse aquello de aislarse en esta tierra de magia y leyendas.