Inicio / Especiales / La cicatriz del Lusitania
Por Esmeralda Torres
06 June 2018
“En materia ferroviaria no hemos dado un paso atrás. Hemos echado una carrera hacia atrás”. Terminante, contundente. Funesto. Así describe Rufino Navarro (Valencia de Alcántara, 1948) el devenir ferroviario en Extremadura y, especialmente, el de Valencia de Alcántara. Una localidad que se despojó de su aduana para condenarse en la melancolía y la nostalgia de la despoblación y lo secundario.
“En la estación había, creo, 16 familias de Guardia Civiles”, anota Rufino mientras que emplea sus dedos para enumerar. “Luego teníamos de la aduana, que vivían en el pueblo, otros seis o siete. El administrador principal de la aduana, cinco ferroviarios, dos factores de circulación”, continúa. “Del personal de vía y obra eran otras 14 o 15 personas, y unos cuatro de material móvil. Después, estaba la fonda, había un estanco en la estación. Teníamos dos comercios, había una peluquería, una escuela”, prosigue a la par que aborta la misión de contar con sus manos. Es imposible. La estación de Valencia de Alcántara llegó a albergar 300 personas cuando la frontera estaba cerrada. “Era un pueblo”.
Rufino ingresó en el Regimiento de Movilización y Prácticas en el año 66. Cursó este período en Barcelona para iniciar su carrera, cuatro años después, en Guipúzcoa. Concretamente en Irún, desde donde se le asignó una plaza en Atocha. Con ese destino, recorrió todas las estaciones de la línea Madrid-Singüenza. “Ahí tuve la fortuna de conocer a Félix Rodríguez de la Fuente y sus lobos”, apunta orgulloso. Suelta una tímida sonrisa, la misma con la que recuerda sus cuarenta años como factor de circulación en Renfe. Y la que se le borra cuando recuerda la agonía del Lusitania. “Cuando vine aquí, en el año 78, había muchos trenes. Había mucha mercancía, había muchos vagones, teníamos muchísimo trabajo y había mucha gente en la estación”, asegura. “Y ha ido paulatinamente decreciendo”, lamenta.
Recuerdos del Lusitania
El último viaje del Lusitania tuvo lugar en octubre de 2012. Tras 71 años, este tren dejó de unir Madrid y Lisboa por las vías que inaugurasen los Reyes de España y Portugal, Alfonso XII y Luis I, en 1881. “Fue uno de los primeros trenes internacionales que existió en Europa, y creo que aquella gente sabía lo que tenían entre manos”. Fuese así o no, de lo que no cabe duda es de lo que supuso para Valencia de Alcántara. “Había cantidad de puestos de trabajo que hoy no los hay”.
Los ojos celeste de Rufino brillan cada vez más. Ha vivido muy de cerca y con lupa el abandono de estos carriles y traviesas. “Quitaron primero el Luis de Camões y al final quitaron el Lusitania”. Cuando busca los motivos, parece tenerlo claro. “Todo esto vino como consecuencia, o pienso yo que vino como consecuencia, de la apertura a Europa de la libre circulación de viajeros y mercancías”. Pero de nada sirve encontrarlos. “La cosa está en que esto se ha cerrado, hay un tren que no tardarán mucho en llevárselo también y pasará a la historia”.
El que fuese jefe de circulación de la estación de Valencia de Alcántara no cree en las reivindicaciones. “Las manifestaciones que nosotros hacíamos, que corríamos delante de los grises, servían para algo, pero hoy en día no. Hoy en día te tropiezas con un muro, que es el Gobierno”. Las lágrimas asoman cada vez más entre sus pestañas. “Se están haciendo muchos estudios de hacer vías verdes, pero si tú levantas los carriles es cuando no vuelve a circular más el tren”, reanuda. La emoción le puede y se derrumba. “Son muchos años, es toda una vida”.