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28 Mar 2024
RAYANOS

TURISMO RURAL

Un periplo hasta la Oliva profunda

El museo 'La Frontera' de Oliva de la Frontera ofrece una contextualización de la localidad, sus raíces y tradiciones

Por Esmeralda Torres

08 October 2018

Para muchos – y ahora, quizá, para más – Oliva de la Frontera es sinónimo de Semana Santa. De una Pasión Viviente y vehemente que cada primavera abarrota sus calles y plazas del centro. Pero posiblemente, para otros tantos esta localidad rayana se escape del mapa. Para conocer sus raíces y tradiciones centenarias se encuentra el Museo ‘La Frontera’, un espacio desde el que despega un periplo hasta la Oliva profunda.

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Foto: Rayanos Magazine.


Patricia llega agitada, con un gran manojo de llaves. “Si me hubierais avisado, os recibe un guía especializado”, reprocha. De apellido Miranda y con cargo en el departamento de Comunicación del Ayuntamiento de Oliva de la Frontera, la joven muestra su interés en que cada quien que llegue hasta aquí sea recibido por quien mejor sepa contar la historia de esta localidad, situada a poco más de 15 kilómetros de Jerez de los Caballeros. “Lo chulo es que escuchas algunos testimonios de gente que haya vivido en Campo Oliva porque yo os puedo contar lo que a mí me han contado y lo que yo he leído”. Que no es poco.

El Museo ‘La Frontera’ está cerrado al público en horario habitual pero puede ser visitado notificándolo con previa antelación. Suele ser una interesante propuesta para excursiones de escolares e, incluso, para el turista que llega hasta aquí. “Y durante la Feria de la Dehesa”, que se celebra el primer fin de semana de junio. Su visita comienza con la localización de la localidad en la Raya a través de una pequeña maqueta donde abunda el color verde. Es una clara pista de lo que a continuación se va a descubrir. “Aunque el objetivo principal por el que se hizo este centro fue hacer visible cómo era la vida en la frontera y cómo se vivía antiguamente en Oliva,” – explica Patricia – “se ha aprovechado también para darle visibilidad a las fiestas de interés y la gastronomía local”. De ahí que los retratos de la Pasión Viviente, declarada de Interés Turístico Nacional recientemente, abarroten el inicio del recorrido. También las alusiones a San Marcos, San Isidro y Santa Gracia. Y a los espárragos, gurumelos y queso de cabra.

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Foto: Rayanos Magazine.

 

El contrabando, vía de supervivencia

Los paneles continúan hablando de la Oliva actual y sus monumentos, que son escasos y relativamente modernos debido al saqueo de las batallas hispano-lusas. “Los monumentos más antiguos datan del siglo XVIII y el más especial es el Santuario de Nuestra Señora de Gracia”.

A continuación y a la derecha hay una televisión plana frente a algunas butacas. “Aquí se suele proyectar un documental que elaboró la asociación Mórrimer a partir de entrevistas a personas que se habían dedicado al contrabando del café”, relata la periodista. Y es que el contrabando supuso una auténtica vía de supervivencia en esta zona. “Cuentan cómo era el camino y el regreso después, cargados, a España”. Sin duda, no debería de ser fácil. Portaban mochilas elaboradas con la rafia de viejos sacos en los que transportaban hasta 30 kilos de café, “tabaco también, pero era el café lo que más se pasaba”, apunta. “De hecho, era el sustento de vida de la mayoría de oliveros en esa época”.

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Foto: Rayanos Magazine.

Para cruzar hasta Portugal tenían que atravesar el río Ardila, frontera natural entre ambos países, dificultando aún más esta ardua tarea. Muchos enfermaron llegando a fallecer por neumonías, y es que los mochileros solían hacer estas rutas de noche para que no fueran vistos por la guardinha. Para interpretarlo, “lo que han hecho aquí es intentar recrear cómo vestían, cuál era el atuendo de la Guardia Civil de la época y de los mochileros”.

 

La vida en el campo

Uno de los espacios que más llama la atención es la recreación de una antigua choza a la que no le falta detalle. “Antes, en el pueblo vivían pocas familias. La gente se dedicaba a la agricultura, la ganadería o el contrabando y vivían en chozas en Campo Oliva”, apostilla Miranda. En esta réplica de vivienda no falta la vajilla ni la leña para la hoguera. “Es exacta, según dicen”.

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Foto: Rayanos Magazine.

Era un elemento de arquitectura popular, junto a los molinos y las casetas de vigilancia que aún se pueden conocer en Campo Oliva. Y que el consistorio olivero está intentando recuperarlas para evitar su deterioro. “Muchas asociaciones están rehabilitando chozos para su propio uso. Por ejemplo, el club ciclista ha preparado uno con sus fondos y lo utilizan como punto para algunas de sus rutas”, revela. Algo que ya se hizo en su día con una de las dos casetas desde las que se controlaba el contrabando, que a día de hoy es un complejo rural en el que encontrar alojamiento.

Para conocerlas, el club de senderismo Los Mochileros organiza diversas rutas dehesa a través, aunque una de ellas posee especial interés. “Es un homenaje a las personas que arriesgaban su vida en el contrabando”, afirma emocionada la joven. Habla de la que cada primavera cruza hasta Barrancos -o viceversa- recorriendo cada sendero por los que antiguamente se transitaba.

 

La finca comunal más grande de España

En base a aquello que lo bueno se hace esperar, para el final del recorrido el Museo ‘La Frontera’ se guarda una de las peculiaridades más singulares de Oliva de la Frontera, su finca comunal. Una dehesa pública de 10.300 hectáreas que desde tiempos ancestrales ha sido explotada por los vecinos. “Es la más grande de España y se gestiona como antiguamente”, resalta. “Todos los empadronados en Oliva tienen derecho a participar en el sorteo, que es lo más curioso y tradicional, ya que se sigue haciendo como se hacía hace cien años”.

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Foto: Rayanos Magazine.

Siguiendo el ritual, cada mes de febrero los interesados acuden a la rifa pública. Los bombos son los que eran, guardan historias y nombres y anuncian a través de bellotas de madera que custodian números identificativos, qué porción le toca a cada vecino. Y cada uno tiene derecho a su parte, bien para explotación ganadera, para comercialización de la bellota “o para lo que quiera” después de que el personal del ayuntamiento rotule cada ejemplar por doce meses.

“Es como un día festivo”, asevera la joven. Y no es para menos. Conservar costumbres y tradiciones, y hacérsela llegar a todo el que llega hasta Oliva de la Frontera, es, sin duda, el mejor festín que puede legar la historia de una localidad.

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