Inicio / Turismo / La playa ‘azul’ de Cheles, un mar en plena dehesa
Por Esmeralda Torres
22 June 2019
Si alguna playa está de moda este verano es la de Cheles. Tras diecisiete años, ha conseguido que la Asociación de Educación Ambiental y del Consumidor (ADEAC) reconozca la única orilla española de Alqueva con bandera azul. Aunque esto no es más que un trapo atado a un mástil, la sonada playa - y sus bañistas - ya estaban ahí.
La playa de Cheles, bautizada como La Dehesa, es una de las más concurridas por los vecinos de Badajoz. A tan solo 54 kilómetros de la ciudad más poblada de Extremadura, ha sido destino dominguero de muchos desde que en 2002 se construyera un embalse del río Guadiana sobre la frontera extremeño-alentejana. A pesar de que lo hicieron llamar Alqueva no tardaron mucho tiempo en colocarle el sobrenombre del Gran Lago al tratarse del más grande de Europa (en su tiempo). Y eso habría que aprovecharlo más allá del regadío y las energías renovables.
Ese fue el germen de la playa fluvial de Cheles. Cuando aún los portugueses no pensaban en convertir el lago en un mar en plena dehesa, los cheleros llenaban la nevera para disfrutar del mercurio disparado en agua cristalina. Y sin necesidad de irse hasta la costa marítima. Con el paso de los años llegó la señalización de un camino de unos cinco kilómetros que parte de la calle Egido para conectar la orilla con el municipio, enmarcado en la comarca de Olivenza. También, la adecuación del entorno: sombrillas de rafia, un puesto de socorrismo y varios merenderos con barbacoas que, en temporada alta, no deben cobrar vida.
Actividades acuáticas
La playa de Cheles dispone de un amplio aparcamiento donde es fácil encontrar sombra gracias a la densidad de encinas con la que cuenta. Desde estas plazas de garaje nace un sendero que lleva hasta la orilla, garantizando la accesibilidad del espacio fluvial. También ofrece un parque infantil, una pista arenosa de voley-playa y otras herramientas para disfrutar de una tarde de aventuras. Varias empresas ofertan actividades que van desde la tirolina hasta otras de carácter acuático: hidropedales, colchonetas flotantes, piraguismo, windsurf y waterball, entre otras.
También hay posibilidad de subir a una embarcación y recorrer los 80 kilómetros navegables (de los 250 que posee) de Alqueva. Es la mejor vía para llegar hasta el chiringuito Pijín, el reclamo gastronómico de la playa. A solo tres kilómetros de la zona de baño se encuentra este establecimiento archiconocido por sus peces de río fritos. Tal es su popularidad que hasta él llegan diputados del Congreso a probar sus barbos y black bass, que llegan vivos a los fogones de este restaurante donde no faltan los tradicionales platos de dehesa. Un extra, sus económicos precios: desde cuatro euros la ración. Imperdible.