Inicio / Turismo / De la planta a la taza: un viaje al mundo del café
Por Esmeralda Torres
18 February 2019
Hablar de Campo Maior significa hacerlo de café. Esta localidad del Alentejo rayano atesora las más relevantes marcas del producto más demandado por portugueses y turistas. Y un lujoso templo que analiza todos los cómo, cuándo y por qué de esta apasionante bebida: el Centro de Ciencia del Café.
Arábica vs. Robusta
El Centro de Ciencia del Café, localizado en las instalaciones del Grupo Nabeiro, ofrece al visitante un auténtico viaje por la producción y transformación del fruto. Inevitablemente, este periplo despega en un mimado invernadero dominado por cafetos de distintas variedades. “Mucha gente cree que en Portugal se cultiva café. Es un error, esta plata solo se cría entre los dos trópicos porque requieren de cierta temperatura y humedad”, anota la directora señalando un panel digital que marca 17 grados y un 75% de humedad. De ahí que Brasil, Vietnam, Colombia e Indonesia sean los principales países cultivadores de café: tan solo entre ellos alcanzan el 60% de la producción mundial.
“Existen más de 120 especies de café conocidas en el mundo pero tan solo dos son aprovechadas en términos alimentarios”, señala la mujer. Alude a la robusta, típica en África y algunas regiones de Asia, y la arábica, propia de América Latina. “Lo que hacemos los portugueses es mezclar las dos para obtener un equilibrio: un café con cuerpo, cafeína y muy aromático”. Olivera se pasea por los pasillos de la estufahasta alcanzar un fruto aún verde. Abre la cereza hasta conseguir expulsar dos granos de café aparentemente semi esféricos y color blanquecino, e impregnados de cierta viscosidad. “Se recolectan bien de forma manual o a través de sistemas que varean la plantación, en caso de tratarse de grandes producciones, y se llevan a secaderos. Allí resulta el grano que llega hasta la fábrica de transformación”.
La importancia de los cafés
Este museo no olvida la huella de los cafés en la historia de Portugal. Su aparición en el siglo XVIII los convirtieron en puntos de encuentro de políticos, pensadores, filósofos y artistas y salas de debates de temas sociales. También de importantes presentaciones, como la candidatura de Humberto Delgado a la República Portuguesa en los tiempos dictatoriales de Salazar, o de inicios de importantes relatos, como La Constitución de 1826 a cargo de Pedro IV. Ambos tuvieron lugar en el Martinho da Arcada de Lisboa que, junto al lisboeta A Brasileira y el Majestic de Oporto, están disponibles para el viajero. “¡Verás, siéntate aquí!” – exclama chistosa la mujer apuntando a un clásico juego de mesa y sillas-. “¡Y sonríe!”. De repente, un fotomatón – previa selección – recrea el mítico café portuense, captando el momento y ofreciéndole al visitante la opción de enviar la instantánea a su correo.
Tampoco arrincona el oficio del contrabandista. “Si hablamos de café en esta zona, es inevitable hablar del contrabando”, lamenta. El riesgo de pasar café y otros productos de un lado a otro de la frontera se convirtió en la profesión de muchos extremeños que sufrían la posguerra en su propia piel. En este espacio se divisa una mochila similar a la que portaban los contrabandistas, que podía alcanzar los 30 kilos de peso, y una enorme pantalla en el que se proyectan testimonios reales de personas que subsistían gracias a este ejercicio ilegal. “Los más jóvenes no se interesaban por estas historias. Para explicarles la importancia del contrabando en la frontera, lanzamos un videojuego en el que cada jugador tiene que recoger bolsas de café mientras huye de los guardinhas”, presume orgullosa mostrando dos consolas que introducen a una recreación digitalizada de la frontera de Caia. Es un ejemplo de la apuesta por la interacción y la digitalización del centro.
La transformación en la fábrica
El recorrido por el Centro de Ciencia del Café comienza a alcanzar su fin con los espacios dedicados a la transformación del café. A través de un vídeo, se analizan las tres fases que atraviesa el café durante el tiempo que permanece en la fábrica. La primera de ella está dedicada al análisis sensorial, unas pruebas que el museo recrea con una auténtica cata de variedades dirigida por el barista Pedro Marmelo. “Nada más llegar, los expertos extraen una muestra de cada saco de 60 kilos que someten a análisis para comprobar las cualidades del café. Se llama cata brasileña y a partir de una degustación se comprueba la calidad del grano”, explica el joven. Él mismo lo ejemplifica probando un sorbo de una de las dos tazas que después ofrecerá al visitante, poniéndolo a prueba para que consiga identificar cuál es la arábica y cuál es la robusta. “Tenemos que confiar en nuestros sentidos”, apunta. “La arábica está marcada por la suavidad, el acidez, el aroma y un menor cuerpo, mientras que a la robusta le caracteriza la fuerza, el amargor y un mayor cuerpo en el paladar”.
El último espacio está dedicado a la exposición de auténticas reliquias del mundo del café. Tazas, cafeteras, secaderos y molinillos con más de un siglo de antigüedad decoran la sala que preside la primera furgoneta con la que Rui Nabeiro comenzó a transportar café por la frontera hispano-lusa. Corría el 1961 y por entonces, se descubrían las cualidades, propiedades y beneficios que tendría aquel fruto que descubrió el pastor Kaldi. Pero ni se imaginaban la repercusión que tendría un Centro de Ciencia del Café en plena Raya.