Inicio / Turismo / Café Arcada, dulce amor al pasado
Por Esmeralda Torres
10 October 2019
Como el Majestic en Oporto o A Brasileira en Lisboa, Évora tiene su propio café de toda la vida. De los que saben a añejo. Sus paredes hoy aún callan los más reservados secretos de la alta burguesía de mediados del siglo XX mientras que contemplan como guiris y lugareños continúan, setenta años después, pidiendo queijadas para llevar.
El Café Arcada llama la atención de diestro y siniestro que pasea por la concurrida Praça do Giraldo. Los lugareños, por lo que saben. Los foráneos, por la curiosidad que despierta una tipografía elaborada a partir de aluminio maleable que en pocas recepciones sobrevive. Es la misma que anunció su apertura por un San Valentín de 1942. Un 14 de febrero, día en el que el proyecto de António Justino Mexia da Costa Square, Basilio da Costa Oliveira, Celestino Costa y António Borges Barreto - cuatro de los mayores comerciantes de Évora - viese la luz. Y se hiciese realidad.
Cuentan que aquella inauguración fue vista como un evento social de gran impacto en la vida diaria de la ciudad. Que se hizo oficial con una cena familiar en la que era requisito indispensable vestir de traje, e inscribirse de forma previa a través de un número de teléfono. De esta forma se aseguraron la selección de unos clientes que, en aquella primera velada, disfrutaron de la Orquesta de Jazz Luz e Vida.
Este local, enclavado en el edificio del Legado Caixeiro Alentejano, anunciaba su selectividad desde el umbral. Y es que consiguió una puerta giratoria como la del famoso Café Chave d’puro ubicado en el corazón de Rossio lisboeta. Aunque ésta fue sustituida en 1959, su acceso en forma de túnel de vidrio sigue captando el interés de la clientela que hasta allí se acerca. Al igual que su interior, un enorme habitáculo por donde se extiende un centenar de un mesa que solicitan la vez a camareros afanados que trabajan tras una barra de ocho metros. Tableros niquelados con cubiertas de vidrio y complementados con cómodas sillas a los que no le falte un detalle (véase sus servilleteros a juego o los ceniceros que visten la tradicional marca Vista Alegre).
Entre 600 y 700 queizadas
Justo en la entrada se colocó una tabaquería con servicio femenino en un costado, y un mostrador de pastelería donde se elabora la confitería regional. Entre su cristalería se aprecian desde pastéis de nata y bolas de berlim hasta exquisitas queiijadas. Sus famosas queijadas, y es que éstas, cocinadas a partir del requesón evorense, huevos y azúcar, son auténticas embajadoras del café. Un hecho fehaciente avalado por la distribución de entre 600 y 700 unidades diarias, todas elaboradas artesanalmente y con sello propio.
Durante sus primeros días, el Arcada fue frecuentado por la burguesía local. Era fácil encontrar entre sus veladores a pequeños grupos de intelectuales: personas abiertas, profesionales liberales, e incluso estudiantes de secundaria. Al poco, también, a los propietarios y agricultores que hasta entonces habían hecho del Camões en Puerta Nova su local favorito. Con el devenir de los años, la creciente importancia que tomó la Praça do Giraldo y el ascenso del Lusitano a la Primera División de fútbol portugués, la fama de este café llegó a Lisboa. Y así, poco a poco y hasta nuestros días, el Café Arcada consiguió el aprecio y la propaganda por la que todo viajero llega hasta él.