Por Esmeralda Torres
30 September 2020
Francisco Javier Rodríguez Álvez es un rayano afincado en Polonia que, cada vez que se asoma al firmamento desde su lugar de adopción, echa aún más de menos su tierra. Corrobora eso de que para los que viven en la gran ciudad, contemplar el cielo estrellado se ha convertido en un raro lujo. “Observar la Vía Láctea en Europa es prácticamente imposible”, afirma. O casi. Aún resisten enclaves sensacionales desde los que emprender un fascinante viaje a la Luna, como el entorno que le vio nacer: la Reserva de la Biosfera Tajo Internacional.
“El Tajo tiene básicamente dos cosas que otros lugares envidian: una la pueden tener muchos parajes de España pero la otra es prácticamente única en Extremadura y especialmente de la Raya”, anuncia Rodríguez Álvez. Conoce bien el territorio. “La primera es su ausencia de contaminación lumínica”, continúa. “Es una lástima que sea una zona tan poco industrializada, pero para observar las estrellas es una bendición”. Sabe bien de lo que habla. Su cámara se ha puesto muchas noches tras el objetivo y frente al firmamento. “La segunda es su patrimonio natural y arqueológico”, afirma al mismo tiempo que confiesa que “cuando hago fotos de noche me gusta hacerlas desde un lugar en el que también las haría de día: un entorno simplemente atractivo que se convierte en espectacular con la belleza de las estrellas”.
Este astrofotógrafo es nieto de La Campiña. Su padre creció en La Aceña de la Borrega y su madre, en Las Lanchuelas. Antes de emprender el vuelo, pasó 20 años en Valencia de Alcántara, desde donde aprendió a querer el entorno que le vio crecer. “De pequeño, salíamos en familia a La Data por la noche y manteníamos una tradición, que era que uno de nosotros tenía que subirse a un punto alto y gritar manos blancas, manos negras: aquí está quien te espera”. La emoción y la nostalgia se apodera de su voz. “Teníamos un contacto especial con la noche que creo que me marcó de por vida, hasta el punto de especializarme en astrofotografía”.
Las fotografías de este rayano han embelesado a la mismísima Agencia Espacial Europea. También a la Diputación Provincial de Cáceres, quien le declaró ganador del premio Señas de Identidad por su captura del puente romano fronterizo de Segura bajo un manto estrellado. Uno de los lugares más especiales para él, y no solo por este reconocimiento. “Para mí fue muy emocionante por el uso que le dieron a la fotografía: la llevaron a muchísimas ferias y actividades”.
Entre El Mellizo y Los Morrones
Cuando le piden a Rodríguez Álvez que se quede con un solo enclave para localizar la noche del Tajo Internacional, habla de la magia que desprende el entorno del embalse de Alpotrel, conocido en el territorio como ‘el pantano’. “Está rodeado de sierras más altas que hacen que salve la poca luz que pueda llegar y se hagan fotos espectaculares”, apunta. También hace mención a la carretera cercana que conduce a la depuradora, “una zona perfecta y tranquila, protegida del viento y la contaminación lumínica” y “cómo no, en La Data”. Y no se olvida de la frontera, por incluir algún elemento de cartelería en la composición.
Pero si algún paraje es su favorito, sin duda alguna, es el dolmen El Mellizo. “Por sus características, por su belleza pero especialmente porque fue desde donde realicé mi primera foto nocturna”. Una justificación que va más allá y alude a la relación de las construcciones megalíticas con el firmamento. El astrofotógrafo explica cómo la puesta de sol del equinoccio de verano encaja a la perfección con el punto central del megalito, entre la tapa y la lámina exterior, “demostrando que no están ahí por casualidad”. “Para mí el simbolismo es mayor cuando pienso que las personas que construyeron este dolmen vieron el cielo igual que lo vemos nosotros”.
