Inicio / Turismo / El legado hebreo de Alburquerque
Por Esmeralda Torres
14 January 2019
Alburquerque es conocido por su castillo de Luna, y con mucha razón. Vigilante de las estribaciones de la Sierra de San Pedro, esta majestuosa construcción militar y estratégica del siglo XIII se mantiene en un magnífico estado de conservación. Pero atesora mucho más, como una de las juderías más exclusivas de la región. Y es que pocos conocen que esta villa rayana custodia en la calle principal de intramuros hasta seis hornaninas, hendiduras que albergaban las mezuzás y que se perfilan como las únicas que se conservan en Extremadura.
Los habitantes de Abu Al Querc nunca hubieran podido imaginar, allá por el siglo XV, cuando a los Reyes Católicos se les ocurrió expulsar a todos los judíos por orden de la Inquisición, el turismo que movería 500 años después la simbología de sus casas. Especialmente la que aún resiste en las fachadas del barrio gótico judío conocido como ‘La Teta Negra’, donde aún presiden las casas medievales de elementos claramente judíos y anteriores a 1492, como la mezuzá. “Es como la marca de una espada”, describe el técnico de turismo de Alburquerque, Eduardo Maya. “Aquí se colocaba un pergamino que, probablemente, querría anunciar que se trataba de un vecino converso y que Dios estaba protegiendo su casa”.
Maya explica que este documento se protegía en una caja o receptáculo de metal, “que podía ser de oro, plata o bronce, dependiendo de la clase”, y que se colocaban en la jamba derecha de los pórticos de las casas judías, definiéndose como una de las singularidades de las moradas de los judíos. “Desgraciadamente se han perdido todas. De Alburquerque no se conserva ninguno de estos pergaminos”, lamenta. Aunque se han conservado otras joyas hebreas, como la sinagoga, hoy convertida en una vivienda particular. “Tiene dos puertas, una para los hombres y otras para las mujeres porque éstas no formaban parte del culto”, señala el de turismo. “Aquí estaría el rabino impartiendo las sagradas escrituras”, añade mientras señala a través de una ventana entreabierta que, durante muchos años, ha sido visita imperdible durante el Festival Medieval. “No tiene desperdicio, por dentro está decorada como tal”.
La tumba de Juan Landero
Otra de las peculiaridades de este barrio, donde abundan las casas estrechas caracterizadas por una sola ventana “por seguridad de sus vecinos”, es la mikve. “Representa a la mujer”, apunta Maya. “Es donde se hacía el rito de purificación, una especie de baño público”, por donde pasaban las féminas a los siete días de la culminación de cada ciclo menstrual por imposición de la religión hebrea. Ahora es una casa particular cuyo balcón se ha contagiado de la cercanía con Portugal. “Estas chimeneas frontales son características de los portugueses, sobre todo de pueblos como Arronches o La Esperanza”.
Pero si algo llama la atención del legado hebreo de Alburquerque, es la tumba que custodia la iglesia de Santa María del Mercado, a los pies del castillo. Se trata de una sepultura hecha en granito que presenta una estrella de cinco puntas. “Es la estrella de Salomón porque es la tumba de un judío converso, por eso no lleva la de David”, aclara el hombre. Él mismo asegura que justo ahí reposan los restos de Juan Landero, un hebreo ascendente del Premio de Literatura Luis Landero.
“Es una de las muchas joyas de Alburquerque”, asevera Maya mientras se despide y agradece la visita. Y es que esta villa rayana guarda los vestigios, y secretos, que mantienen vivo el pasado de aquellos mercaderes judíos que un día la habitaron.