Inicio / Turismo / La estación de Beirã, patrimonio arquitectónico y alojamiento rural
Por Esmeralda Torres
12 February 2018
Seguro que si piensa en dormir en una estación de tren, la mente se le va a un viaje mochilero. Pero dormir en una estación de tren ya no es solo sinónimo de noche y frío. También se puede disfrutar de estancias en terminales con todas las comodidades dignas de hoteles de prestigio. Véase el Train Spot Guesthouse, la vieja estación de Beirã.
Eduardo y Lina vivían en Lisboa. Él se dedicaba a la publicidad y ella trabajaba como continuista cinematográfica para una productora. Cansados del estilo de vida que llevaban, pusieron el norte en Marvão, porque “es naturaleza viva, es un sitio especial”, como describe el hombre. Sabían que la línea ferroviaria que conectaba Madrid y Lisboa a través de Valencia de Alcántara desaparecería y que, después del último tren que pasase en 2012, esa vieja estación caería en el olvido y ruina.
“Desde Lisboa, contactamos con la empresa ferroviaria para saber si había posibilidad de convertir la Estación de Beira en un establecimiento hostelero”, explica. “Elaboramos un proyecto, lo presentamos y nos dieron el visto bueno”, continúa. Y a partir de ahí, el Train Spot Guesthouse comenzó a tomar forma. Aunque no fue tarea fácil. Eduardo cuenta que el primer problema llegó cuando la empresa ferroviaria pedía un precio abusivo por los enseres originales de la estación. “Cosas de la administración, de empresas grandes y públicas”, lamenta mientras cuenta que tuvieron que optar por prescindir de ellos.
Algo que no que no le pudieron arrebatar es el encanto que desprende este edificio. A 8 kilómetros de Marvão, ésta es la última estación antes de llegar a la frontera portuguesa y un auténtico diario de historias. “Aquí, en esta sala, se reunían Franco y Salazar”, revela el propietario mientras pasea por una de las estructuras mejor conservada. Y es que el antiguo restaurante de la estación aún mantiene el techo de madera, una presidencial chimenea, su piso a cuadros y los azulejos de diseño geométrico tan característicos de Portugal. Y añade sillas y mesas, junto a algunos sofás, donde sirven la comida. “¡Y estos sacos de café -ahora pufs- también son originales!”, exclama orgulloso.
Composición intacta
Eduardo y Lina, su mujer, reciben a los clientes en lo que antiguamente era la cantina. “Aquí, los pasajeros se tomaban una copa de vino con su almuerzo”, comenta. En esta sala, presidida por un enorme escritorio, se encuentran varias distinciones y premios a uno de los mejores hostales de Europa. “Tenemos muchos turistas llegados desde Ámsterdam”, asegura el hostelero a la par que justifica que, aunque durante los primeros meses del año la afluencia de turistas baja, en primavera y verano, así como en periodos vacacionales, no dan a basto.
A continuación se encuentra la cocina, de línea vetusta y estilo singular. Allí cocinan un desayuno para sus huéspedes y la ponen a disposición de los mismos para que, de forma gratuita y compartida, puedan preparar su almuerzo y cena.
En la parte superior están ubicados los dormitorios. En total hay cuatro habitaciones con baño propio y tres con baño compartido, todas dobles. “La distribución real es esta”, asevera Eduardo. “Durante muchos años fue usada por los pasajeros que, por un motivo u otro, los retenían aquí un par de días para poder cruzar la frontera”, dice. “También por la policía política portuguesa”.
Desde sus ventanas, todas de madera, se aprecia el encanto que tiene el edificio. Rodeado de azulejos que recrean importantes escenarios portugueses, está declarado fortuna arquitectónica. De ahí, que se convierta en un escenario idóneo para organizar conciertos de cara a las viejas vías del tren, hoy fuera de servicio. Y de ahí, que se convierta en el más prestigioso hotel de la zona, en el único que te permite viajar siglos atrás a través del patrimonio.