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21 Dec 2024
RAYANOS

Nuestro capitán

25 April 2018

Nuestro capitán

Grândola Vila-Morena / Terra da fraternidade / O povo é quem mais ordena / Dentro de ti ó cidade

La madrugada recordaba abril, pero era el primer día de julio de 1944, cuando el pueblo rayano de Castelo de Vide vio nacer a nuestro Capitán. Hijo de un trabajador del ferrocarril, desde siempre supo que la vida dura y difícil recorría, como los trenes, Portugal de norte a sur.

Conoció la tristeza demasiado pronto y, a pesar de sus ojos limpios y claros, jamás fue capaz de ocultarla totalmente de la mirada. Quizás habrá sido el destino el que lo llevó a Lisboa para los dos momentos fundamentales de su vida, de los cuales el primero fue la muerte de su madre, atropellada por un autobús. Desde ese momento, no quiso volver a la capital. El sueño de cualquier niño, de cuatro años, de visitar el Jardín Zoológico se convirtió en un recuerdo de lágrimas.

Creció fuerte y sin que le gustase el fútbol. Le gustaba leer y hablar de las cosas de la historia y de la guerra, que, en un futuro cercano, ya como militar, conocería de primera mano. Al contrario de los otros niños, él, en una edad tan temprana, ya sabía lo que quería ser de mayor y eso se le veía en la manera como usaba el pelo bastante corto. De espíritu noble, odiaba a los matones y, con la medalla de oro del retrato de su madre, que jamás se quitó del pecho, desarrolló un valor admirado por los demás chicos, que lo llevó a ser un hombre de ideas firmes y claras.

Por creer en la justicia y en una idea de patria, que había aprendido ya en la primaria, ingresó en la academia militar. Nunca olvidó su origen, el ferrocarril de su padre y la serranía de su tierra. Portugal estaba en guerra entonces. Luchaba por mantener las riquezas de sus colonias, pero en la metrópoli había pobreza disfrazada de escasez honrada.

25 de avril, Revolução dos cravos, Revolución de los claveles, 25 de abril, Luis Leal,

Salgueiro Maia.
Nuestro Capitán aprendió a hacer la guerra, pero su corazón solo quería la paz. De la guerra supo todo, o casi todo. Seguro que en otros tiempos hubiera sido caballero, con su corcel. Pero la caballería moderna no usa caballos de carne y hueso, usa caballos de metal, enormes tanques que escupen fuego, arrasan murallas y castillos.

Se fue a África a defender los intereses de su país en la que se llamó Guerra Colonial Portuguesa. Primero en Mozambique y después en Guinea-Bissau. Cumplió con su deber, pero su conciencia le recriminaba, le incitaba a incumplir sus órdenes. No encontraba derecho a luchar en esa guerra, donde el hecho de que sus camaradas matasen o muriesen no les importaba a los políticos y generales que vivían en una opulencia nada honrada si se la comparaba con la carestía del resto del país.

El militar, que en otro tiempo creyó en la grandeza histórica de su país, volvió a casa seguro de dos cosas: que lo mandarían otra vez a matar en esa guerra sin sentido y que hay momentos en que la única solución es desobedecer.

Encuentra el amor en los brazos de Natércia y se va a Santarém, a la Escuela Práctica de Caballería, donde instruye a sus hombres con el rigor de carácter que heredó de su padre. Un hijo del ferrocarril sabe que no se puede llegar con retraso cuando llama el deber y nuestro Capitán supo que su destino lo llevaría, otra vez a Lisboa, a enfrentarse con su pasado y a luchar por la alegría de sus ojos y de su país.

En el patio del cuartel, reunió a sus soldados, futura carne de cañón que conocería el horror de África si él, y otros capitanes como él, no les hubieran hablado con la verdad que debe de regir el buen militar, ese que sabe que las ideas más nobles siempre han sido protegidas por los guerreros.

Con su uniforme de maniobras, y el pañuelo de su amor en el bolsillo, nuestro Capitán se dirige a sus soldados con la seguridad del líder que prescinde del protagonismo por el bien común.

Señores, como todos saben, hay diversas modalidades de Estado. Los sociales, los corporativos y el Estado a que hemos llegado. Por eso, en esta noche solemne ¡vamos a acabar con el Estado a que hemos llegado! De manera que, quien quiera venir conmigo, nos vamos a Lisboa y acabamos con esto. Quien sea voluntario, sale y forma. Quien no quiera salir, se queda aquí.

Y una multitud de jóvenes, hijos del pueblo humilde y trabajador, para quienes la vida castrense era bastante más suave que la hambruna del campo o la forja de la fábrica, formó una columna militar en dirección a la capital de un país que, hacía años, no escuchaba la voz de la inmensa mayoría de sus hijos. Solo los detuvo un semáforo en rojo, la señal de que la seguridad de la vida humana es fundamental para que exista libertad.

Nuestro Capitán fue entrenado para obedecer, para ser leal y disciplinado, pero en esa madrugada, del día 25 de abril de 1974, su compromiso fue con el cambio, con el respeto a la vida de sus padres, el futuro de su esposa e hijos en un Portugal libre para ser y soñar.

La acción militar, iniciada, en la Rádio Renascença, con la canción de José Afonso, Grândola Vila-Morena / Terra da fraternidade / O povo é quem mais ordena / Dentro de ti ó cidade, se decidió en el Terreiro do Paço, donde estaban las fuerzas fieles al régimen, y en el Largo do Carmo, donde se encontraba refugiado el presidente del gobierno, Marcello Caetano. En ambas situaciones nuestro Capitán fue firme y cauto. Conocía demasiado bien la guerra y quería evitar, a toda costa, la confrontación militar. Por saber cómo pensaban y actuaban sus pares, se llevó una granada oculta en el bolsillo. Si hiciera falta, tendría la sangre fría para entregar su vida para que no hubiera más guerra y el futuro lo conociera como mártir de la revolución.

Pero la primavera ya había llegado al mes de abril más precioso de la historia de la humanidad. Lisboa, y simultáneamente todo el país, quiso apoyar la iniciativa de esos militares, soldados, cabos, sargentos, tenientes, que se enfrentaron al poder, plantando cara a la dictadura, diciendo: Somos todos nosotros. Todos somos capitanes.

Portugal floreció con los colores de los claveles y el capitán no lloró de tristeza como cuando era un niño de cuatro años. Se mordió el labio, casi sintiendo el sabor de su propia sangre, y su mirada clara, ligeramente húmeda, vio como la calle gritaba la libertad durante más de cuarenta años silenciada.

Cumplió con la obligación de escoltar a Marcello Caetano al aeropuerto, al interior de un avión que llevaría al antiguo presidente del gobierno al exilio. Este se despidió de nuestro Capitán dándole las gracias por la dignidad y respeto con que el militar le había tratado durante el golpe de estado.

Mientras Portugal abría las prisiones políticas y se abría al mundo en libertad, nuestro Capitán solo quería volver a casa, junto a su esposa y a su tierra, a la raya, donde su padre estaba preocupado por no tener noticias suyas. Volvió.

Por su voluntad, no quiso distinciones ni cargos en ese nuevo Portugal. Tampoco eran necesarios festejos ni ovaciones. Su conciencia había vuelto a encontrar la paz y eso para él no era sinónimo de heroicidad, era su deber.

Abril siguió celebrándose y nuestro Capitán siguió luchando como todos los que fueron protagonistas anónimos de la Revolución de los Claveles. Actos de valor como el suyo jamás son perdonados por los mediocres, esa es la realidad de la historia. Su mirada dejó la tristeza del niño que había perdido a su madre o la emoción del militar que daría su vida por lo que creía ser lo correcto. Su mirada no solamente se convirtió en símbolo de pureza de un ideal, sino también de toda la historia de Portugal.  

Ni los poetas son fieles a la palabra como él lo fue a su conducta. Nos trajo Abril y abril se lo llevó. Fue el 3 de abril de 1992 cuando regresó a la tierra donde nació, Castelo de Vide. Allí su pueblo se despidió de Fernando y le honró el deseo de ser sepultado en tumba llana y al son de Grândola Vila Morena. No solo para nosotros, rayanos, es el conquistador del sueño inconquistado. Nuestro Capitán Salgueiro Maia, un héroe que no quiso integrarse, es como la raya que lo vio nacer, incómodo para todo tipo de poder, invisible incluso, pero patrimonio de la libertad… de la humanidad.  

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