Inicio / Turismo / Dehesa y toro, razones de pata negra para descubrir Táliga
Por Esmeralda Torres
25 April 2019
Disfrutar de un relajante paseo por un entorno natural es algo que gusta a muchos, pero muy pocos pueden - ni saben - disfrutar. La desaforada presión urbanística aún salva territorios que se convierten en auténticas riquezas rurales, y que hacen de esta experiencia una costumbre infravalorada. No es el caso de Táliga, un pequeño municipio rayano que convierte su dehesa en el más cuidado punto de mira del viajero cuyo destino es un encuentro con la naturaleza.
En los Llanos de Olivenza, cubierta de dehesa, se localiza Táliga, una localidad pacense que hasta 1801 ostentó Portugal. Tanto por su ubicación como por su historia, este municipio de poco más de 500 habitantes respira mistura portuguesa y saudade alentejana aún patentes en sus calles; véase que muchas anuncian sus nombres en doble toponimia y en bella azulejaría de origen luso. Ese pasado portugués puede ser uno de los reclamos por los que el viajero emprenda su camino hasta Táliga. Quizá, también, el puente medieval o la Ermita de los Santos. Pero si algún motivo llega a elegir esta localidad como destino son sus dehesas habitadas por el toro bravo. “Cuando viajamos aprendemos de lo que vemos, de lo que escuchamos, de lo que sentimos”, asegura David Fernández, alcalde de Táliga. “Y cuando a un foráneo le enseñas un toro en la dehesa, y huele el campo, escucha los sonidos de la naturaleza y disfruta de las sensaciones que lo impregnan, esa persona acaba entendiendo un poquito más y mejor”. Es uno de los retos que se marca esta localidad, mostrar al viajero la otra cara del toro. La que va más allá de la tauromaquia. La misma que pretende establecer diferencias entre el toreo y las actividades que giran alrededor del animal bravo sin ser tan cercanas a lo que muchos entienden como un arte. “La gente que viene aquí y descubre el poso cultural que hay detrás del toro y de la tauromaquia, que descubre todo lo que le rodea y lo relevante que es para una zona rural como la nuestra,” - continúa - “lo entiende”.
El toro bravo es el guardián de la dehesa ibérica. La ganadería de lidia genera una riqueza genética, ecológica y cultural incomparables alrededor de este paraje. Y en Táliga lo saben bien. Se dieron cuenta hace unos diez años, en mitad de una búsqueda de identidad. “Se pensó en contestar a la pregunta qué es lo que nosotros tenemos que los demás no tienen”, relata Fernández. “Una dehesa magnífica y mucha ganadería de toros bravos”. Alrededor de este recurso se empezó a celebrar una jornada de convivencia en el campo que alrededor de 2013 incluyó una apuesta por la gastronomía. “En esa fecha se quiso dar más cuerpo a la celebración y se comenzó a dar a probar la carne de toro de lidia y la ternera”. Por entonces la cita ya se llamaba Festival de Dehesa y Toro de Táliga, se celebraba durante un sábado y domingo, y los vecinos podían degustar en platos de barro una prueba de esta suculenta propuesta.
Origen portugués
Cuando le preguntan al alcalde por el perfil del turista que llega hasta Táliga es rotundo. “Gente que le apetece dar un paseo por nuestras dehesas”. Entre ellos, muchos de nacionalidad lusa. Es otro de los encantos del municipio, la supervivencia como aldea alentejana. “En nuestras calles puedes identificar fácilmente la arquitectura portuguesa, e incluso entre nuestros mayores escuchar portuñol”. También interesados por el mundo de la tauromaquia (de un lado y otro de la frontera), es lo que tiene “estar rodeado de ganaderías de mucho prestigio y mucho nivel”. Este fue uno de los detonantes para que el Ayuntamiento de Táliga se propusiera soñar a lo grande. Corría el año 2017 cuando, por primera vez, el municipio se asomó a la ventana de la Feria Internacional de Turismo de Madrid para anunciar a los cuatro vientos que Táliga tendría un Centro Taurino de Alto Rendimiento, un proyecto que cobraría la forma de una plaza de toros pero con mayor funcionalidad que la que solía tener un coso taurino.
De ahí que no podría ser de otra manera que el turismo en la localidad girase alrededor de la dehesa y el toro, convirtiendo su festival de la naturaleza en una de las citas más relevantes del calendario local.Su décima edición concentra actividades lúdicas, deportivas y gastronómicas alrededor de estos reclamos: un concierto del Mago de la Oz (recién llegados de su gira por México) promete facilitar la digestión de los que no se pierdan la Ruta de la Tapa ni el resto de degustaciones, entre otras muchas actividades. Aunque si algo va a captar la atención de curiosos e inquietos es el rugir de una treintena de coches Ferrari en mitad de la dehesa. Una asignatura pendiente para Fernández que desde hace un par de años, “cuando conocí al presidente de Ferrari España”, le ronda la cabeza. “Me dijeron que habían estado en todo el mundo pero les dije que nunca habían estado debajo de una encina”, replica chistoso. “Les dije que esa foto, si se hace con encanto, podía dar la vuelta al mundo”. Y con ella, la dehesa y el toro de Táliga.